Lo corruptos que se roban, se han robado y se están robando la plata del pueblo del Estado son muchos. Los que está revelando Gabriel Dumar son solo el 17 %, falta por revelar muchísimo más. Ustedes no han entendido que los funcionarios y servidores públicos involucrados en corrupción tienen una relación estrecha con el índice de desconfianza o falta de credibilidad. De hecho, el 83% de los colombianos no creemos en los gobernantes, funcionarios de la rama ejecutiva, judicial y legislativa. La cosa no es un juego, no es de poca monta, está en juego la continuidad del Estado, de la democracia.
Si el porcentaje de corruptos por revelar es del 83%, así que preparémonos no solo para esas revelaciones, sino para escuchar los nombres de personas que saldrán a la luz pública. Eso es lo bueno del sistema acusatorio, cuando los funcionarios judiciales son honestos y serios todos salen a revelar a cambio de beneficios, por eso este modelo se copió de Estados Unidos. Allá todo mundo canta, funciona bien y el índice de impunidad es bajo. Nadie se quiere podrir solo en la cárcel mientras los cómplices están tranquilos disfrutando el poder económico y político en las calles. La cárcel no es buena para nadie.
Ustedes no se imaginan en este momento cuántos están temblando y asustados; cuántos asisten a reuniones secretas y realizan un cruce de llamadas para hacer complot. Ojalá que caigan todos los culpables para bien del país, del Estado, de la democracia y de los ciudadanos. Por otra parte, aquellos que nos detuvimos a estudiar teoría del derecho, historia de las ideas políticas, democracia, Estado y sociedad, y nos dedicamos a no a ser esclavos del código ni obreros de la norma tenemos muy claro que cuando en un Estado: se corrompen la rama ejecutivo y legislativa, los únicos que salvan el Estado son los altos jueces, pero cuando estos también se corrompen como está sucediendo en Colombia se acabó el Estado.
Bajo este panorama quedamos frente a una democracia simulada. Sí, simulada, que puede ser peor que una dictadura, dado que nadie controla la violencia y el ciudadano se encuentra a merced de nadie. Sin duda esto tenía que pasar. Como jurista creo en la justicia y el derecho, pero más en la justicia de Dios, de ella nadie escapa, en ella tal vez no puede haber condena judicial formal, pero habrá condena mental para siempre, el juez de la conciencia. Repito, yo no hablo para que me crean, si para que después digan John Edwar Rivas Zúñiga tenía la razón; esto es lo mejor que le puede pasar a Colombia; que se retiren los corruptos de la política, de la cosa pública voluntariamente o por acción de la justicia, y que no revivan a través de amigos, títeres, familiares, esposa por que no haríamos nada. Los que se marginaron de la cosa pública se hicieron a un lado, no se acomodaron, no vendieron sus principios y están preparados alistarse porque vamos a necesitar mucho con este perfil en las distintas ramas y niveles del poder público, como en los medios, empresas privadas, mixtas y públicas para salvar al Estado.
Colombia no se merecía eso, más después de la forma cómo fuimos conquistados, colonizados e independizados con sangre. Muchos muertos puso la independencia de los europeos, de los españoles para seguir igual o peor; muchos colombianos han sacrificado, entregado hasta sus vida para entregarle al país a este grupo de ratas con títulos profesionales sin valores y principios, y lo peor sin sentido de pertenencia, sin amor por su tierra.
Amén de todos los cuestionamientos a la justicia debemos rodearla para que sigan depurando. No todos son corruptos, allá hay juristas (fiscales, jueces y magistrados) serios con valores y principios. La corrupción tiene tentáculos, es estructural, por eso el pueblo debe respaldar a los honestos. Y si ellos no lo son que también renuncien por su bien, el de sus hijos, el de todos los colombianos y el de la nación. Si renuncian, si les da miedo, hay con quien reemplazarlos, de eso estoy seguro.
Si bien en la próximas elecciones el debate presidencial girará en torno a la paz y la guerra, la situación económica es de mayor relevancia hoy, al igual que el tema de la lucha frontal contra los corruptos. Combatiendo este mal se puede solucionar de fondo los dos problemas anteriores.
El ciudadano debe asumir en consciencia esa gran responsabilidad con su voto y decidir en las urnas si el país sigue gobernado por los mismos corruptos que ayer fueron gaviristas, samperistas, pastranitas, uribistas, hoy santitas, etc., o damos un salto al mandatario honesto, sincero, que defienda lo general y ame de los elementos del Estado, no solo la forma de gobierno, sino también sus habitantes y el territorio.