Es indignante la actuación del Gobierno español ante el referéndum independentista del 1 de octubre en Cataluña. España es hoy la vergüenza del llamado “primer mundo”.
Cientos de videos y fotos muestran a los cuerpos de seguridad del Estado golpeando personas con las manos arriba, ninguno de ellos empuñaba un arma; se ve a la policía empujando y cargando a ancianas inofensivas que se dirigían a votar; se les ve también tirando al suelo o por las escaleras, pateando y golpeando a civiles, bomberos y periodistas. La cifra supera los 800 heridos.
Me da la autoridad de condenar estos hechos el mismo Mariano Rajoy, quien hace unos días desde la Casa Blanca, al lado del Presidente Trump (quien también se considera la autoridad mundial sobre muchos temas, siguiendo la tradición gringa), dijo que le preocupa la “deriva totalitaria” en Venezuela y solicitó "una solución democrática y negociada que beneficie al pueblo".
Rajoy puede predicar sobre soluciones democráticas y negociadas, pero nada de eso fue lo que demostró el Estado español el día de ayer, todo lo contrario. Defender la tesis jurídica, algo borrosa del Tribunal Constitucional, de que una decisión que afecta a todos los españoles debe ser votada en todo el país, y promover una negociación pacífica ante las demandas catalanas le hubiera dado mayores réditos políticos.
Ahora se enfrenta ante la condena popular, no solo de los catalanes, estoy seguro que también de muchos españoles. Y por supuesto de los ciudadanos del mundo, que sentimos esa indignación ajena que no nos corresponde pero que igual se siente, al ver a un policía escudado y con bolillo golpear a un ciudadano desarmado.
La historia de Cataluña ha sido la historia de la resistencia en carne propia. Se resistieron a ser desaparecidos como pueblo, cultura y lengua ante dos dictaduras. Han defendido su autonomía como pueblo aún como parte del Estado español. Hasta algo tan español como las corridas de toros han sido prohibidas en su territorio, estando aún permitidas las “correbous”, tradicionales en Cataluña y donde no se mata al toro.
Desde 1968 el lema del Barcelona Futbol Club dice “Més que un club”, y este lema representa el sentimiento de que se juega algo más que futbol en la cancha. Para los hinchas catalanes cuando se juega contra el Real Madrid se juega contra la monarquía, contra algo que no los representa, se juegan la independencia.
El Barcelona ha ganado muchos clásicos jugando bonito. Así como Cataluña jugó a votar un domingo cualquiera y paradójicamente va ganando 1-0. La represión que sufrieron los catalanes debe ser condenada por los países de todo el mundo, porque el Gobierno español ha jugado feo.
Ojalá las guerras y las independencias del siglo XXI se definieran en la cancha, o en su defecto en las urnas. No con bolillo y mucho menos con fusil.