En España quedó demostrado que el alma del franquismo deambula todavía por sus calles y, sobre todo, que tiene un lugar bien cuidado y reservado en los laberintos palaciegos y la mentalidad totalitaria de quienes ocupan los sillones del poder, hoy en cabeza de Rajoy y su recua peperiana.
El tratamiento represivo dado a quienes pacíficamente, y en pleno uso y ejercicio de sus derechos han querido llevar al debate público la decisión de que Cataluña sea un Estado independiente, es una clara muestra de que eso que llaman democracia es una realidad todavía en ciernes y que, tantos años después, la estirpe del militarismo se mantiene y vive como una mácula pegada al culo de los gobernantes. Porque con él es que gobiernan.
Allanar sedes, robar información, bloquear redes de comunicación, militarizar los colegios electorales y golpear y detener a quienes se manifiestan con su votos o sus arengas en las calles, es soberbio e indignante y un contrasentido para una comunidad que, como la catalana, pese a los nefastos gobiernos que hoy hipócritamente reclaman la unidad de la nación, ha dado muestra de un importante desarrollo político, económico, social y cultural.
La vocación autonómica de los catalanes no es un asunto que se pueda dejar enredar para que se pierda entre los hilos eufemísticos de las razones jurídicas que hoy reclaman la inconstitucionalidad del referendo; aquí hay en juego una historia, una lengua, un legado de resistencia que todavía le respira en el cuello a los chafarotes de la dictadura que hoy encarnan en el ropaje civilista, solo ropaje, de quienes una vez más demuestran cuan alejados viven de lo que son, piensan y quieren aquellos a quienes estúpida e ingenuamente creen que gobiernan.
Con la decisión de declarar inconstitucional el referendo y darle el tratamiento represivo que le dio, el gobierno de Rajoy lo que hizo literalmente fue pegarse un tiro en el pie; pues no solo no dio la oportunidad de que, como corresponde en democracia, fueran los propios catalanes los que en su libre fuero dijeran sí o no, lo que lo muestra débil y temeroso, sino que hoy más ciudadanos en Cataluña y más, mucho más allá de sus fronteras, se sumen a la voluntad y el deseo de quienes seguirán insistiendo en su decisión de constituirse como un Estado soberano e independiente. Como se dice popularmente en Colombia, le salió el tiro por la culata.
