Henry Acosta, facilitador de los diálogos de paz entre el gobierno Santos y las Farc, con quien compartimos aula en la Especialización en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario en la Universidad Javeriana, enciende las alarmas advirtiendo sobre la “no implementación total del Acuerdo Final”. Señala que no hay reincorporación colectiva de los insurgentes para evitar el fortalecimiento del nuevo partido de las Farc; la Corte Constitucional sigue estudiando si los miembros de ese movimiento guerrilleropueden hacer política; la reforma política ha sufrido sustanciales cambios frente a lo acordado; la creación de las 16 circunscripciones transitorias especiales de paz están en entredicho; la JEP quedará integrada por personas cercanas a las FF.MM; aún no liberan a la totalidad de los presos amnistiados; no hay garantías de seguridad para los desmovilizados y por el contrario siguen asesinando líderes sociales en todo el país entre otros.
La implementación de los acuerdos es el resultado de un proceso de diálogo amplio, en la que se alcanzaron los consensos necesarios que les permitió llegar a la firma de un acuerdo de paz para la terminación de más de medio siglo de confrontación armada con ese grupo guerrillero. Estos deben ser la hoja de ruta que garantice el cumplimiento de lo pactado por las partes, haciendo honor a la palabra empeñada.
Preocupa que en esta fase de la implementación de los acuerdos se perdiera el valor de la palabra de quienes hicieron parte de las negociaciones, así como de los sectores políticos con asiento en el Congreso que se comprometieron a dar trámite a las iniciativas de los acuerdos para garantizar la reinserción política y social de los exintegrantes de esa organización guerrillera. Adquirir el compromiso con lo pactado entre las partes y no cumplir genera desconfianza en la sinceridad de lo prometido y en el valor que debe tener la palabra.
Cambiar el libreto de lo acordado en más de tres años de conversaciones, plasmado en el documento denominado Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, puede decantar en una desilusión y falta de confianza entre los insurgentes, haciendo más fácil la deserción de quienes se sienten burlados por el Estado, afectando gravemente la credibilidad de nuestro país en el contexto internacional, especialmente de los países que fueron garantes de estos diálogos.
La falta de coherencia, entereza, lealtad y seriedad, de quienes manifestaron pleno compromiso en la etapa del posconflicto para la implementación de los acuerdos no son de extrañar en un país en donde los referentes políticos cambian sus decisiones, guiados por la dinámica política y las conveniencias e intereses individuales que se tengan. No es de extrañar que sectores políticos aliados en la fase de diálogos en la Habana, respaldando incondicionalmente los acuerdos de paz, hoy se coloquen en la otra orilla, mediando por cálculos de oportunismo electoral.
El valor de la palabra y lo que se hace reside en lograr la coherencia de las personas en sus actuaciones públicas y privadas con lo que se piensa y manifiesta públicamente, manteniendo esa conducta y los principios que se profesan para que nuevamente la palabra recupere el valor y el significado que dignifica y hace recuperar la confianza en las personas y las instituciones del estado.
