Hola, Andrés Eduardo.
Yo soy Jerly Calvo. Sí, la misma que interpuso un recurso jurídico que desembocó en que un Juzgado de Cartagena ordenara su arresto y una multa de 3 salarios mínimos legales por no haber dado respuesta a mi caso particular. Pero no me odie.
Desde luego, no es fácil escribirle estas líneas a alguien que no me conoce y que probablemente no entiende el sinsabor de muchas personas que, al igual que yo, adquirieron en algún momento de su vida un crédito con el ICETEX y se sintieron vulneradas.
En el año 2001, a los 17 años cumplidos, empecé a estudiar Comunicación Social en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Siendo una menor de edad firmé un pagaré que quedó en poder del ICETEX. ¡17 años! Tremenda paradoja, que una opción para poder estudiar y salir adelante, se convierta para tantos colombianos en la peor pesadilla que puedan imaginarse.
Créame, Andrés Eduardo, que lo menos importante aquí era si se ratificaba la dichosa orden de arresto o no. Tuve noticias de que no se confirmó, que no pasó a mayores y que usted no fue arrestado. Lo felicito por eso. Así opera –la mayoría de veces— el sistema de nuestro país.
Pero ojo. Le aclaro que mi objetivo nunca fue ese. Lo único que busqué desde el 4 de agosto de 2016, cuando radiqué un derecho de petición ante la entidad que usted preside, fue obtener una respuesta clara, una explicación a esa ‘conveniente’ facultad que tiene el ICETEX de incrementar abismalmente los intereses de los créditos que conceden. En mi caso particular, ordenaron la retención de mi sueldo sin un proceso judicial, sin la mediación de un juez y violando el debido proceso. ¿Sólo por tratarse del ICETEX? ¿Y acaso quiénes se creen? Ah, lo olvidé. Abuso de poder y posición dominante que llaman. Embarguemos y después conciliamos. (http://www.bluradio.com/educacion/el-icetex-se-convirtio-en-una-casa-de-prestamistas-estudiante-endeudada-130442)
Es grave (y triste) que instituciones estatales creadas para un fin social se hayan descarrillado sobre la marcha.
Pese a que en Colombia existe una Constitución desde 1991, ustedes continúan operando bajo una Ley del año 1968 (Decreto-Ley 3155 de 1968). Se amparan en un artículo creado hace 50 años que los faculta para atropellar, cobrar por las vías que mejor le parezcan, y continuar con un cuestionado –y conveniente— sistema de tasas de interés y recaudos tardíos que se traducen en más intereses a favor de la entidad, o sea, más platica para sus bolsillos, en perjuicio del estudiante o del recién graduado.
¿Que si tuve miedo? Desde luego. Me expuse, ventilé mi caso, mi nombre, el karma que significó el ICETEX para mí durante muchos años. Una batalla jurídica que solo hasta febrero de 2017 hice pública.
¿Pero sabe algo, Andrés Eduardo? Con todo el barullo del lunes 6 de febrero de 2017 reconfirmé que el eco de los medios sirve de empujón para que vuelquen la vista a una, para que se despabilen los que estaban resignados, o para que las entidades se pellizquen y el país de nuevo escuche la voz de aquellos que se han sentido abandonados.
No pasaron 24 horas después de aquel lunes 6 de febrero para que una de sus funcionarias en Cartagena me llamara insistentemente para que, ¡AHORA SÍ!, después de la orden de un Juez de Cartagena, se dignaran a contestarme y entregarme lo que les estaba pidiendo. ¿Por qué no lo hicieron desde el principio? ¿Por qué los medios –a veces— tienen que ser la herramienta para que a un ciudadano cualquiera no le violen sus derechos?
Hoy por hoy, pudo decir tranquila y orgullosa que no tengo deudas pendientes con el ICETEX. No les debo un peso, no tengo nada que me relacione con esa entidad. Y hasta ahora publico esta carta porque estuve esperando durante más de cuatro meses que se les diera la gana de enviarme mi paz y salvo y el pagaré que les firmé cuando tenía 17 años. No me atreví a publicarla sin tener en mis manos esos documentos. Uno nunca sabe. No confío en el ICETEX.
¡Gané! ¡Les gané! Y lo siento así porque una deuda que se aproximaba a los $40 millones, ‘milagrosamente’ bajó casi un 60% después de la orden del Juzgado que lo señalaba directamente a usted, Andrés Eduardo.
Hoy puedo gritar a todo pulmón que no le recomiendo a nadie hacer un crédito con el ICETEX, que cualquier banco les puede prestar y ayudar a estudiar una carrera, con la diferencia de que tendrán unas cuentas claras, con intereses ‘normales’, pagables en todo caso. Les aseguro que cualquier entidad financiera es más transparente que ustedes, señores del ICETEX. Porque no se justifica bajo ninguna circunstancia, que una entidad estatal se esconda cual cobarde, en las faldas de unas casas de cobranza rastreras y poco serias. No se justifica que quien toca las puertas de esta entidad (para estudiar), termine con el alma empeñada al diablo.
¡Pero ánimo! Quienes tengan el agua al cuello con el ICETEX, no tiren la toalla. Aún existen personas e iniciativas loables en este país. Contamos con la Asociación Colombiana de Usuarios de Préstamos Educativos (ACUPE), que emprendió hace muchos años una lucha incansable contra los abusos del ICETEX.
Y yo de verdad sueño con el día en que el ICETEX cambie sus políticas, su manera de actuar, su cuestionado sistema de generar intereses sobre intereses.