De espaldas a la cuarta revolución industrial
Opinión

De espaldas a la cuarta revolución industrial

Lo que viene es la producción inteligente, los autos sin conductor, los drones en mercadeo, o traductores de lenguas… ¿Qué tan preparados estamos para cambios que vendrán a velocidad exponencial?

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enero 08, 2018
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Algunos la llaman la cuarta revolución industrial. Otros se refieren a una trenza en la que confluyen las nuevas tecnologías, la globalización y la reacción inteligente frente al cambio climático. En cualquier caso, estamos ante una avalancha de profundos cambios que afectan desde los modelos negocios y el mercado laboral, hasta la forma en que aprendemos y y hacemos política. Países del club de la OCDE, al que queremos pertenecer, la tienen en su agenda de prioridades. Acá el tema no ha pegado aún, como si dispusiéramos de todo el tiempo del mundo.

Una visión sobre los impactos, a todo nivel, que tiene y tendrá la llamada cuarta revolución industrial no está en el repertorio de los dirigentes del establecimiento. Incluyo, para mencionar solo algunos, a los empresariales y sindicales, los políticos que aspiran a gobernar y legislar, los de la comunidad científica, los de los medios de comunicación, los del sistema educativo. La ausencia de liderazgo no evitará que los profundos cambios ocurran. Lo lamentable es que no consigamos comprenderlos, adaptarnos, y prepararnos para extraer el mayor provecho como sociedad. Sin adaptarnos a los cambios, habrá grandes damnificados y nuevas brechas de inequidad.

De hecho, vivimos ya inmersos en las primeras oleadas de dicha revolución, anclados en formas de pensar que no corresponden a la magnitud de los cambios. El abismo entre los cambios y nuestra mentalidad será fatal si no comprendemos que los activos mas valiosos serán intangibles, construidos a partir del despliegue del talento y el conocimiento, que serán más importantes que el capital tradicional.

 

 

El quiebre de los modelos de negocios lo experimentamos,
cuando se reservan hoteles y líneas aéreas por Booking o Despegar,
se separa el alojamiento por Airbnb, se pagan los servicios públicos por el móvil

 

 

El quiebre de los modelos de negocios lo experimentamos, de hecho, cuando se reservan los hoteles y las líneas aéreas por Booking o Despegar, se separa el alojamiento por Airbnb,  se pagan las facturas de los servicios públicos por el móvil o cuando, por menos del precio de dos boletas para ir al cine tradicional, accedemos mensualmente a netflix para ver la quinta temporada de House of Cards.  Nos convertimos en usuarios de plataformas que han dado al traste con modelos de negocios y hábitos de consumo prevalentes hasta hace pocos años, en las que los activos dejaron de ser bienes físicos. Sin embargo, es solo la punta del iceberg de lo que viene.

Un recorderis: la primera revolución industrial fue la la energía hidráulica y del vapor, la que sustituyó la producción artesanal por la mecanización. La segunda, la de la energía eléctrica, la que permitió la producción masiva de vehículos y de las “doras”, que cambiaron radicalmente la vida diaria familiar: lavadora, licuadora, secadora, aspiradora… Revolución que fue posible gracias al motor de combustión interna, la petroquímica, la aeronáutica, entre otras. La tercera, de la segunda parte del siglo pasado en adelante, es la de la electrónica, la automatización, las tecnologías de la información y las comunicaciones, evidente en nuestra vida ordinaria actual a través de internet, las redes sociales, la nube y los teléfonos inteligentes.

La llamada cuarta revolución industrial, aunque construida sobre la tercera, es la de la convergencia entre tecnologías y que en pocos años se diseminará en tal magnitud que cambiarán, radicalmente, las cadenas y las formas de producción, los hábitos y el poder de los consumidores, la gestión del sector público y, fundamentalmente, la manera en que nos educamos, que se transforma en el mandato de aprender durante toda una vida. Cambia todo. Cambian las exigencias del mercado laboral, las plataformas para la investigación científica y tecnológica, las viviendas donde habitamos, cambian, incluso, las formas de hacer la guerra.

Las fronteras “disciplinarias” entre tecnologías se diluyen por la interacción entre ámbitos como la biotecnología, el internet de las cosas, la impresión en tres dimensiones, la inteligencia artificial (IA), los vehículos que andan solos, la nanotecnología, los nuevos materiales. Ello en un contexto en el que la velocidad de la transmisión y las capacidades de almacenamiento de información, así como las interconexiones entre individuos y organizaciones crecen a tasas exponenciales. Siendo así, ¿no cambian las exigencias de los futuros mercados laborales? ¿Hemos pensado en el significado que tienen los llamados “trabajos híbridos”? ¿Qué tan consciente está nuestro sistema educativo de lo que se viene encima? En un sistema en el que proliferarán las start-ups, el trabajo free lance y el crowdsourcing ¿cómo se diseñará la seguridad social de los actuales jovenes y el sistema de pensiones cuando sean viejos?

Asomos de AI los percibimos ya en los drones utilizados en mercadeo y en conflictos armados, o en los carros autónomos. O en los traductores de lenguas. ¿Nos podemos imaginar las consecuencias en diferentes ámbitos laborales si mediante la IA, por ejemplo, se sustituyen los consultores financieros, las traducciones simultáneas o la labor de los docentes en los procesos de evaluación? En este contexto, hasta ahora, lo que ha hecho la tecnología ha sido la sustitución de trabajo humano en tareas estandarizables… Entonces, además de automatización, que ya conocemos desde hace décadas, lo que viene es la producción inteligente.

Una característica de la cuarta revolución es la velocidad, exponencial, con la que se despliega. El tema es vasto. Lo mínimo que deberían hacer algunos de los candidatos presidenciales sería incorporarlo en su agenda haciendo propuestas viables y audaces. No hay tiempo que perder.

Publicada originalmente el 25 de septiembre de 2017

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