El avispero se despertó en junio, a raíz de una columna de Daniel Samper Ospina en donde se burlaba de Antioquia y sus pretensiones de mantener dentro de su territorio a Belén de Bajirá. Fueron los días en los que Álvaro Uribe cometió el exabrupto de llamar “violador de niños” al Youtuber de 40. A raíz de ese zafarrancho, tuiteras afines al uribismo como Claudia Bustamante promovieron una campaña para cancelar suscripciones de Semana en Antioquia. La iniciativa se convirtió en tendencia en redes sociales.
Empresarios antioqueños, identificados con las políticas del expresidente, empezaron a cuestionar a la revista Semana por el hecho de que sus cinco columnistas principales, Daniel Coronell, Daniel Samper Ospina, María Jimena Duzán, Antonio Caballero y León Valencia, enfilaran sus baterías de guerra en cada edición contra Uribe. La presión por meter un columnista de derecha entre las páginas de la revista más popular de Colombia creció en las últimas semanas. Incluso llegó a sonar el nombre de Iván Duque como posible integrante del panel. Su condición de senador era un impedimento insalvable. Pobre Felipe López, no hay nada más difícil que encontrar en este país un líder de opinión respetable y convincente de derecha.
Pero para meter a un nuevo columnista había que sacar a uno de los cinco que estaban y la cuerda se rompe por su parte más delgada. León Valencia tenía una columna ampliamente leída que se viralizaba cada domingo en redes sociales. Sin embargo, era el único que no hacía parte del establecimiento. Antonio Caballero es un maestro que escribe desde su pedestal y ya nadie lee empinado. Samper Ospina es un seductor de adolescentes mentales que repite una y otra vez sus chistecitos transgresores de niño rebelde del Country. Daniel Coronell es el mejor columnista de este país y María Jimena Duzán es una institución.
Pobre Felipe López,
no hay nada más difícil que encontrar en este país
un líder de opinión respetable y convincente de derecha
La revista Semana es libre de escoger su línea editorial. Durante años ha demostrado que no cede fácil a las presiones y, en lo posible, es lo más parecido al periodismo serio que podemos tener en Colombia. Lo lamentable de la salida de León fue lo abrupto de la misma. El jueves de la semana pasada, mientras escribía su columna, fue notificado de su despido. La razón que dieron es que no podían pagarle los siete millones de pesos que recibía al mes por su opinión en la revista.
En su última columna se despidió de sus lectores, parecía que estaba claro, que había renunciado, pero este trino del pasado martes 19 de septiembre evidencia que no fue un retiro consensuado:
Con la cancelación de su columna Semana pierde no solo a una de las voces más potentes e independientes de Colombia, sino a un prosista magistral como lo ha demostrado en Mis años de guerra y Por el pucho de la vida, sus dos libros autobiográficos. La salida de León Valencia de la revista es un campanazo de alerta de cómo los empresarios son capaces de hacerle modificar decisiones a medios tan poderosos y establecidos como Semana.
Sin una ley de medios no vamos a estar a salvo de los Ardila Lülle, Luis Carlos Sarmiento y algunos empresarios antioqueños. Por eso necesitamos una ley de medios ya.