Se equivocan los que señalan que el sindicalismo nada tiene que ver con la política.
Nada más político, ni más público, que los asuntos de los trabajadores, y por eso, se hace necesario y urgente que la educación sindical, además de gremial e instrumental, también sea política y económica. Lenin decía que la política era economía concentrada, es decir, que detrás de cada decisión política lo que hay en realidad son intereses económicos que se protegen. En los modelos económicos neoliberales, son los intereses del capital trasnacional.
Se puede reflexionar mucho sobre los asuntos sindicales y del trabajo en foros, conferencias y seminarios, pero en ultimas, todo queda reducido a una decisión meramente política. Las leyes las hacen entre la rama legislativa y ejecutiva que están compuestas por políticos y, en ocasiones, las hacen aplicar los jueces que también obedecen designios políticos. Así las cosas, todo es político. Por eso nada más peligroso en el sindicalismo que los que dicen llamarse “apolíticos”.
El recién electo presidente de Francia, Enmanuel Macron, acaba de enfrentar la primera huelga general de los trabajadores de su país. El motivo: una reforma laboral contra los trabajadores. Las reformas laborales y pensionales siempre salen a relucir en tiempos de “crisis”, pues consideran los estudiosos del neoliberalismo que los ajustes fiscales deben sobre los derechos de estos sectores “ampliamente protegidos” por el Estado de bienestar y que generan o representan altos costos para el funcionamiento de un país. Por eso la aplicaron en Argentina, en Brasil, en España y ahora seguramente en Francia. Por eso no vacilarán en aplicar una reforma pensional en Colombia para ampliar la edad de jubilación en Colombia a 67 años como ya lo propusieron las entidades financieras.
Y lo único que puede oponerse a todo ello son sindicatos fuertes con capacidad de negociación y movilización. Son los sindicatos los únicos que pueden combatir el principal problema del mundo: la desigualdad social. Por eso los atacan y por eso son objetos de reformas laborales. Por eso las dosis en las reformas son las mismas en todo el planeta: limitar la negociación colectiva por rama, permitir la tercerización laboral y la desregularización del trabajo humano y ampliar la jornada de trabajo. Por eso la confrontación de las trasnacionales contra el sindicalismo es política y económica. Política es la decisión de los empleadores boicotear el derecho de huelga en OIT desde el año 2012. Política es la postura de no tomar decisión sobre la explotación laboral en las grandes cadenas de suministro. Política es la decisión del Congreso de la República de no legislar sobre el derecho de huelga o sobre el estatuto del trabajo pese a ser mandatos constitucionales de hace 26 años.
En Colombia nunca hemos tenido un gobierno
progresista o proteccionista de los intereses de los trabajadores
Y por ello es importante entender esa estrecha relación entre política y sindicalismo. Por esa relación fue, que inmediatamente llegaron Temer y Macri, a Brasil y a Argentina respectivamente, se promovieron reformas laborales contra el sindicalismo y los trabajadores. Por esta relación es que han sido todas las reformas laborales en Colombia en donde nunca hemos tenido un gobierno progresista o proteccionista de los intereses de los trabajadores. Por esa íntima relación entre política y sindicalismo es que se les ha protegido a trabajadores como los de Bolivia, Ecuador o Portugal donde permanecen gobiernos alternativos. Claro, no son la “dictadura del proletariado” como lo soñó Marx, pero sí han significado importantes avances en materia social que, en casos como el de Brasil, ya son cosas del pasado e implicarán arduas luchas populares para restablecerlas. Pero que no se dude, esas luchas se darán.
Por lo brevemente reseñado concluyo que los trabajadores no podemos seguir exigiendo derechos laborales y más garantías sindicales si no nos metemos en los asuntos políticos y económicos del país y de la sociedad.
Y con esto me detengo en la reciente columna de Mauricio Botero en la revista Dinero. Dice algunas cosas no tan ciertas, como las relacionadas con Telecom, (sobre las que no me detendré) pero sí dice unas muy importantes sobre Ecopetrol. Empiezo por destacar que reconoce el poder de la organización sindical petrolera y plantea retos sobre el futuro de la primera empresa de los colombianos. Comparto con el columnista que Ecopetrol debe transformarse para ser la empresa de la energía de los colombianos. Es un aspecto que debe abarcar la negociación colectiva del año 2018 en la que esperamos que los más de 20 000 trabajadores entre directos y tercerizados pujen, no solo por mejores condiciones laborales sino también por un futuro estable, duradero y sostenible de la empresa para que siga rentando cada día más en favor del país. Es decir, será la negociación colectiva venidera donde deberá aparecer el concepto de “transición justa” que ya ha utilizado el movimiento sindical internacional ante la nueva realidad del mundo del trabajo.
No podemos dejar que Ecopetrol
se nos siga desmoronando en nuestras manos
No bastará solo de la fuerza de los trabajadores y del sindicato, se necesitarán respaldos políticos fuertes y ahí la necesaria revisión de los programas y las agendas de los candidatos al Congreso y a la presidencia en 2018. De ahí la importancia de la relación aquí planteada. No podemos dejar que Ecopetrol se nos siga desmoronando en nuestras manos. Es una tarea que no solo podremos hacer la tercera parte de los trabajadores sindicalizados, sino que necesita de una amplia convergencia nacional.
Parece que la contienda electoral que se dará en menos de un año, resolverá el futuro de grandes transformaciones políticas y sociales. Está en juego la reforma política y electoral, el cumplimiento de los acuerdos con las Farc y el proceso de paz, la reforma pensional, a la justicia y contra la corrupción, la negociación con el ELN. Si retorna la extrema derecha al poder nada de eso será posible y la situación se seguirá tornando difícil para los movimientos sociales, entre los cuales se encuentra el movimiento sindical. Así que, si eso ocurre, no habrá nada que hacer sino resistir.
Por eso abogo, para que, de una vez por todas, sin sectarismos, con un acuerdo programático, se unan todos los sectores democráticos para derrotar la extrema derecha y se pueda seguir avanzando en la modernización de la sociedad colombiana para incluir a la mitad del país que está por fuera del sistema democrático, para disminuir la desigualdad. Por eso aplaudo la “Coalición Colombia” anunciada el día de ayer, tan necesaria, pero aún incompleta, puesto que necesita incluir a otros importantes líderes del espectro político alternativo.
Alrededor de 1 millón de trabajadores en el país estamos sindicalizados, una cifra muy baja (menos del 4.5 % de la población económicamente activa), pero que, si logra asumir su misión histórica sería clave en este acuerdo y en la movilización ciudadana para avanzar.
No perdamos el entusiasmo por la política. En el fondo eso es lo que quieren las elites y el establecimiento: que los asuntos de la política los sigan manejando los politiqueros.