El libro que inspiró este artículo es Los inventores de enfermedades, de Jörg Blech, publicado por primera vez en alemán en el 2003. La tesis central del autor, compartida plenamente por mí, es que se ha medicalizado, se ha vuelto enfermedad, lo que anteriormente se reconocía como proceso natural del ser humano: embarazo, parto, niñez, juventud, edad adulta, vejez y muerte.
Comienza el libro con esta frase por Aldoux Huxley, autor del Mundo feliz: "La medicina ha avanzado tanto que ya nadie está sano". Este parece ser el nuevo paradigma de la vida. Buscar enfermedad, con el no muy eficaz argumento de hacer prevención, se ha convertido en una industria completa. Mercadeo y periodismo se vuelven aliados de compañías farmacéuticas, de seguros y de "salud" en pos de réditos económicos, pingües por decir lo menos.
Tomemos la vida por etapas para explorar este fenómeno mercantilista.
El nacimiento con fecha programada, día y hora, está a la orden de la comodidad de la madre, del médico y del astrólogo de cabecera. Lo remplaza la cesárea, con ella la madre no sufrirá dolores de parto y quedará con vagina estrecha para la mayor satisfacción sexual (dudosa premisa), pero el feto no tendrá el estímulo benéfico de las hormonas femeninas, ni de las contracciones uterinas, ni del paso a través del canal del parto (vagina) todo lo cual es una preparación para la vida fuera del útero. El ginecólogo planea sus fines de semana libres y gana un dinero extra, ya que el parto natural paga menos. Y el astrólogo se embolsa unos pesos, prediciendo "confluencias favorables". El control total, parece ser parte de este nuevo paradigma.
La torpeza motriz, la diferencia en el ritmo de aprendizaje, las habilidades individuales, también son objeto de mercadeo. Ya no basta —o no hay— padres y maestros sabios que respeten las condiciones anteriores, han sido remplazados por "terapias", que lo que hacen es dar los estímulos que antiguamente tenían los niños en el parque de diversiones, de recreo, en paseos y con personas dedicadas a ellos. O problemas que padecían mientras ganaban en seguridad, en vencer retos, en mejorar autoestima. No son pocos los ejemplos de grandes hombres que "necesitaron", pero que no pasaron por "integración sensorial", Churchill y Einstein entre otros. O ciudadanos comunes como yo y mi hijo mayor. Las condiciones de vida han variado, pero ¿dónde hemos centrado nuestras prioridades y valores para no hacer la labor de padres?
Llega la adolescencia y con ella la menstruación. Fue gran sorpresa mía, al leer el libro, saber que las mujeres ahora suprimen esta función fisiológica y alteran sus hormonas, en aras de la comodidad. Aún las mujeres médico. No saben los efectos negativos de alterar el ritmo hormonal, la ovulación, ya se verán.
Buscar estar "mejor" cuando de por sí ya estamos bien; no estar contento con lo que se tiene; centrar la valía personal en el exterior del cuerpo; temor a enfermar, cuando el riesgo no se ha comprobado, todas son conductas que en la edad adulta conducen a buscar la pastilla de la felicidad, la cirugía de la belleza, las sustancias de la eterna juventud, el estimulante cotidiano, sin medir consecuencias. Incluso cortamos carne sana para... Los rostros deformados de mujeres antaño bellas, no son desconocidos ya, por poner un solo ejemplo. Inducidos por personajes famosos, periodistas y médicos pagados por las industrias de una mal reputada "salud", llegamos a comprar un dudoso bienestar.
No me queda ya mucho espacio en la columna, ya me pasé. Poco a poco surge a la luz que las siguientes situaciones no son como las han pintado. Antes de dejarse embarcar en ellas averigüe un poco más. Son: el mito del colesterol; los estrógenos para la menopausia; los valores límite para la hipertensión arterial; el chequeo ejecutivo; la tomografía de cuerpo entero; la osteoporosis; la histerectomía; los exámenes genéticos (Angelina Jolie dudosamente fue valiente).
Ojalá no permitamos medicalizar: la soledad; el ser cascarrabias; el aburrimiento; la vejez; las pecas; la pubertad; la ignorancia; la calvicie; disque ser "feo"; la insociabilidad; la andropausia; el temor a hablar en público o a expresar nuestras opiniones. En la actualidad se busca vencer la timidez con medicamentos, ¡ah!
Los síntomas son convertidos en enfermedad sin llegar al origen del mal. Problemas de erección; estreñimiento; cansancio; perdida de la libido; caída del cabello entre muchos otros. Para cada uno se crea un medicamento.
Dejamos que destruyan la seguridad en nosotros mismos, la confianza de mantenernos sanos o de enfrentar dolor, enfermedad y muerte. Como propuesta alternativa, este es un llamado para volver a escuchar el cuerpo y no al comercio. A escuchar las señales de bienestar que produce el cuerpo para tomar uno u otro alimento, descansar, divertirnos, hacer ejercicio o trabajar con pasión, para vivir la vida con intensidad, instante a instante sin estar preocupados por el avenir, sino ocupados en el eterno presente.