Hace un par de días he observado, en la prensa, radio, televisión y redes sociales una campaña de la Biblioteca Nacional de Colombia y el Ministerio de Cultura, llamada: Lee lo que quieras, pero lee; que pretende promover la lectura en la sociedad. Sociedad donde, según encuestas realizadas por DANE, el promedio de libros que un colombiano lee por año es entre 1,9 a 3,2.
En un principio debo de admitir que no presté mucha atención a los anuncios promovidos por esta campaña, pero sí puedo asegurar que defiendo sus intenciones por el bien que le traerían al país el hecho de volver la lectura más que una obligación de colegios y universidades, un pasatiempo que enriquezca el alma y la cabeza, como que también alivie el estrés y la pereza mental en la que muchos hemos caído. Sin embargo, con esto no me olvido de que el mensaje de la campaña está un poco desviado de su fin y además puede prestarse incluso para interpretaciones negativas.
No soy el consumidor de libros que me gustaría ser (espero serlo más adelante), pero si sé y, espero que quien lea esta nota y sea tan apegado a las letras como mi persona e incluso más, esté de acuerdo conmigo en que no toda lectura es sana y más si a quien va dirigida hace parte de los que leen entre 1,9 a 3,2 libros por año o menos. No es para nadie un misterio que los libros contienen ideologías, que pueden ser políticas, sociales, religiosas, etc., a veces estás ideologías (directas e indirectas) pueden transformarse en verdades absolutas para quien no posea criterio y trague entero toda aquella información que entra por sus oídos y ojos.
Mi intención no es renegar de esta iniciativa, porque como dije antes, veo en ella un fin muy noble, que espero que rinda frutos, pero si reniego de la forma tan agresiva con la que es aplicada porque la lectura es productiva, pero también peligrosa. Así que lee lo que quieras, pero critica lo que lees. Hazte mejor persona con lo que lees.