En rigor debe decirse que los polacos tenían a su haber una larga tradición de lucha en los años recientes previos a la visita papal. En 1956, 70 y 76 realizaron numerosas y combativas huelgas contra la dictadura prosoviética en ciudades como Gdansk, Gdynia y Varsovia, casi todas ellas para protestar por las políticas hambreadoras del gobierno y contra la antidemocracia. En las jornadas del primer año mencionado fueron asesinados 56 trabajadores. La población de este país eslavo empezaba a ajustar cuentas con el pasado stalino-hitleriano cuyos actores centrales la habían partido en dos al inicio de la IIGM.
Que la visita papal haya ayudado al derrocamiento de la dictadura polonesa parece fuera de toda duda, lo que puede discutirse es cuánto. El asunto es pertinente porque se advierte cierta semejanza entre los efectos de la llegada de Juan Pablo II a Polonia y los de la llegada de Francisco a Colombia en días pasados. Y no se trata de que haya afectado para mal al muy decaído gobierno de JMS sino a su más enconado contradictor por la derecha el CD. En realidad los estragos de la visita papal en este incordio que se viste de partido político pueden ser devastadores. A la situación crítica que vive el CD por la disputa de varios de los súbditos de la cúspide en torno a quienes son los mayores guardianes de la heredad uribista se suma un rechazo que ha venido in crescendo en la población colombiana.
La ciudadanía ha asistido a una feroz campaña de saboteo hacia los acuerdos de paz por el uribismo. Después de vaticinar que las Farc no cumplirían lo que les correspondía: alto el fuego definitivo, desmovilización, concentración en zonas veredales de sus efectivos, entrega de caletas, bienes, petición de perdón a las víctimas, entre otros compromisos, y ante el hecho notorio de que han sido las únicas que han cumplido su parte el CD contra toda evidencia ha persistido en su negativa a reconocer la realidad. Pero hay más, el uribismo quiso capitalizar políticamente la venida de Francisco sin importarle hacer el más crudo ridículo al hacerse el encontradizo AUV cuando pasaba la comitiva papal por una céntrica avenida bogotana. El oportunismo uribista no puede ser más burdo si se tiene en cuenta que quiso reunirse con el papa no obstante que éste es un ferviente partidario de los acuerdos y de la reconciliación entre las partes. Solo un enfermizo pasa por alto tantas alusiones críticas codificadas hacia los enemigos de los acuerdos de la Habana hechas por el pontífice católico.
Que el CD caiga en barrena no sería extraño dados los evidentes méritos que ha hecho para ganarse el rechazo y el fastidio de los colombianos no solo por su cerril conducta antipaz sino por su perseverante y eficaz participación en cada uno de los más sonados casos de corrupción que estremecen Colombia. Lo que estaría por determinarse, como en la caída de la dictadura polaca en los ochenta del siglo pasado, sería cuánto ayudó la venida del ché Francisco al país.