Un ascensor en el que han coincidido nuestros gobernantes, eso es ahora mismo este país. Pese a que su interior es muy pequeño también tiene el oxígeno limitado, no se quiere detener en ningún piso porque todos quieren que se detenga en el suyo. Lo que han conseguido es que suba y baje a lo bestia, como el estado de ánimo de un neurótico compulsivo. Los muros del ascensor son de vidrio, de manera que el resto de colombianos vemos desde la calle lo que ocurre en su interior. Nosotros subimos y bajamos metafóricamente dentro de él, pero tampoco estamos dispuestos a detenernos, no sé, quizás detenernos en el quinto y subir por las escaleras hasta el sexto. ¡No, qué sacrificio! Dicen algunos peatones mientras cruzan la calle. No es el mismísimo miedo a traicionarnos, ya que nos hemos traicionado más de diez mil veces desde el 20 de julio de 1810, sino puro sentido de supervivencia. Somos expertos en sobrevivir muriendo.
Significa que solo podría salvarnos un ocupante del ascensor con claustrofobia y al que no le importara dónde se abrieran las puertas con tal de escapar. El papa Francisco no quiso escuchar quejas y decidió no entrar en el ascensor. Santos no cederá, él se siente a gusto porque de lo que padece es de agorafobia. Se asfixia en los espacios abiertos, de ahí su proceso de paz y la maldita pobreza que afecta a buena parte del país. El alcalde Peñalosa es un hombre bastante alto, lo que le permite respirar en una zona a la que no llegan las cabezas de los otros. Uribe se movería, pero tiene miedo a arrugarse la camisa o a que las cámaras de televisión capten el perfil que no le favorece. Quedan las FARC, pero sin las FARC el ascensor se cuelga entre piso y piso porque los ascensores hoy en día vienen siendo muy realistas, lo que les impide ir en dirección contraria a la de la historia de Colombia. En realidad, si solo se les autoriza a marchar de abajo arriba, y no de derecha a izquierda, es porque ya sabemos hacia dónde irían. Y por último Andrés Felipe Arias, con muchos millones de dólares, fuera del ascensor. Pero con el agua al cuello.