Hay sociedades aficionadas a numerar eventos, registrar series y calcular frecuencias. Pienso que la cultura británica es un buen ejemplo de ello. En la historia de la medicina esta característica nacional ha sido importante en ciertas ocasiones cruciales pero puede llevar a excesos. Repasemos primero algunos triunfos médicos de ese hábito inglés de contar cosas.
En el barroco siglo XVII John Graunt cuyo oficio real era la mercería o sea comerciar botones y cositas para costureras le dio por llevar cuenta precisa de las muertes en Londres en 1662. Obsesión que lo llevó a las famosas Bills of Mortality que le permitieron publicar las primeras tablas de supervivencia por edades. En aquel entonces la mortalidad infantil encontrada fue de 36% hasta los 6 años. Y la mortalidad entre los 20 y 40 años de edad era por supuesto mucho más baja y se mantenía como en una meseta. Se empezó a pensar en la prevención de la mortalidad infantil como un gran propósito de la medicina impulsado por el humilde trabajo de un aficionado a contar muertes.
Casi dos siglos después un médico, John Snow, elaboró un mapa de las muertes por cólera en el centro de Londres. Este mapa no fue del todo bien visto por las autoridades de la época y fue llamado el ghost map, mapa de fantasmas. Pero demostró que las muertes por cólera se centraban alrededor del pozo de la calle ancha, Broad Street, de Soho. La sugerencia de cerrar esa fuente de agua contaminada aceleró la disminución de casos de la enfermedad. Recordemos que para esa época aún no se conocía la causa bacteriana de la epidemia lo que subraya la utilidad del mapa de muertes de Snow.
En 1989 David Barker usó los minuciosos registros de comadronas en Inglaterra veinte o treinta años atrás para demostrar algo que ha revolucionado la medicina: los niños con bajo peso al nacer al llegar a la edad adulta presentan más hipertensión, diabetes, enfermedad coronaria y falla renal. Es difícil exagerar la importancia de este hallazgo, un buen pediatra es el mejor geriatra lo resumía alguien, en el pensamiento médico actual. Acabo de regresar del 28 Congreso Colombiano de Pediatría en Cartagena y numerosos estudios de investigación hicieron referencia a la llamada hipótesis de Barker. El doctor Barker no habría podido formularla sin los humildes, precisos registros de anónimas comadronas al atender miles de partos en el Reino Unido. Los tres ejemplos históricos en diversos siglos muestran la utilidad de numerar eventos. Veamos ahora un exceso de esa peculiar costumbre inglesa recordando, como alguien lo dijo, si el hombre viene del mono los ingleses vienen de un mono distinto.
Hace tres años una firma consultora en seguros de salud privados publicó el dato que un ciudadano del Reino Unido sufría en promedio 6.284 achaques durante su vida (Daily Mail Reporter, 14 de febrero, 2010). Hace un año otro estudio similar de Benenden Healthcare Society con una muestra igual estableció el total como 9.,600 (CBS News, 1 de junio, 2012). Antes de detallar y discutir esos hallazgos dos observaciones. Primero, parece que el total va creciendo de año en año lo que sugiere una sociedad cada día más mimada y quejosa adicta a la medicalización de la vida dando importancia a todos los pequeños contratiempos físicos. Segundo, he usado la palabra achaque por recomendación de dos amigos y profesionales de la salud (R. Guerrero y R. Guerrero de Cali). Mi primera opción era malestares, mas debemos distinguir achaque (ailment) malestar (illness) y enfermedad (disease). No es una simple y poco importante precisión lexicográfica. Pero primero detallemos la lista de achaques reportados.
El primer reporte de 6,284 achaques enumera en orden de más frecuente a menos: dolor cólico abdominal con diarrea o dispepsia, dolor de cabeza y resfriado común, dolor de espalda, espasmo muscular, irritación ocular, sangrado por la nariz y luego otros eventos menos importantes. Este primer estudio señala que todo esto lleva a un promedio de 3 consultas médicas al año.
La segunda lista de 9.600 achaques durante nuestra vida los detalla un poco mejor: 2.808 golpes y morados, 858 dolores de cabeza, 780 dolores lumbares, 468 daños estomacales, 390 cólicos, 390 heridas menores, 312 agrieras, 312 espasmos cervicales, 312 congestiones sinusales, 234 cortadas al afeitarse. Y luego otros eventos menos frecuentes y más serios que nos llevan estos sí a la muerte.
Si esperamos que el sistema de salud se ocupe de toda esta lista lo llevaremos rápidamente a la bancarrota en cualquier país. Hay que distinguir entre achaques, malestares y enfermedades. En mi opinión estas últimas son la fundamental responsabilidad del sistema de salud. Creo que si anteriormente contábamos muertes ahora contamos, como los ingleses a veces, pendejadas. Ya lo decía aquel refrán bíblico: “Médico, cúrate a ti mismo”.
