Intentaré pintar con palabras los colores de la obra del maestro Alfredo Vivero Paniza que nos muestra la majestuosidad de nuestra América, invisible ante nuestros ojos hasta que descubrimos en nuestro adentro que tenemos el mismo origen.
En Colombia vivimos sumergidos en medio de la tragedia, alimentándose cotidianamente con el horror y la desolación que viven los habitantes en cada rincón del país. Es por eso que hoy nos atrevemos a compartir una noticia positiva: se trata del nacimiento en Corozal hace 66 años del maestro Al.Vivero y su influencia en la vida y obra pictórica de Wilson Castañeda.
Al maestro lo conocí en una exposición en Popayán donde tuve el honor de compartir una charla amena al calor de un tinto que nos llevó a disfrutar de un eclipse de luna roja —era premonitorio: seríamos amigos—. Una amistad que solo me mostró un ejemplo de humildad y sabiduría porque cada palabra que pronunciaba era un soplo de vida para reconectarnos con la Madre Tierra. Era su misión poder sensibilizarnos con el mundo a través de sus pinceladas que reflejan a la América olvidada.
Al.Vivero ahora disfruta de otra dimensión desconocida aun para nosotros. Pero, su trabajo pictórico se ha quedado en nuestra memoria. Cada obra es imponente porque nos muestra no solo paisajes exuberantes donde se resalta la diversidad de la fauna y flora que existe en nuestro territorio sino los rostros de nuestros hermanos indígenas de diversas geografías que parecen seres fantásticos que han soportado el desarraigo, la soledad y el abandono del estado. Ellos intentan ser portadores de una nueva historia que se manifiesta en una denuncia permanente en las pinceladas de Al.Vivero, que requiere de manera urgente repensar nuestra relación con la naturaleza para poder valorar a nuestros pueblos indígenas como guardianes de la tierra.
También se ha quedado con nosotros sus historias, presentes en las voces de sus amigos cercanos que habitan la llanura colombiana con quienes celebramos con alegría la vida del maestro Al.Vivero porque él siempre intentaba unir mundos aparentemente disímiles encontrando verdaderos tesoros que hoy nos animan a ser creadores de mundos posibles y atrevernos a compartir con los lectores una conversación íntima con el maestro Wilson Castañeda.
Maestro Alfredo Vivero
Oración por América- Maestro Alfredo Vivero
Rosa María (R.M.): ¿Cómo conoció al maestro Al.Vivero?
Wilson Castañeda: Corría el año de 1986, entonces mi vida giraba en torno al mundo de las disciplinas militares, al servicio a la comunidad, buscando el cumplimiento del orden público y de las obligaciones policiales que representa orden, disciplina, honestidad y fuerza como nos habían formado en la escuela de Cadetes General Santander... Eso era yo, un oficial de policía, un teniente efectivo con 21 años de edad, lleno de deseos de experimentar la vida a través de la profesión escogida (cosa nada fácil en esos momentos históricos por los que atravesaba el país)…Pero oh!, sorpresa, a mi sitio de trabajo en la estación de policía de Fátima en Bogotá y específicamente al casino de oficiales en donde constantemente descansábamos de nuestras labores diarias, llega un personaje ajeno a todo lo que puede representar el mundo de la policía y sus disciplinas; un pintor, con sus pinceles, sus colores, sus lápices y reglas, con la misión de elaborar un mural en una pared del casino de la Policía Nacional. Esta obra se llama América, canto General, que trataba sobre el nacimiento del pueblo americano resultado de la unión del indígena precolombino y el mundo europeo que fue elaborada en 1986.
R.M. ¿Cómo se sintió un policía como usted frente a un artista en la estación de policía?
W.C.: Era lo más extraño para mí , puesto que era muy poco y casi nada lo que sabía del mundo del arte, pero no pasó desapercibido la invisible presencia de ese personaje y muy lentamente se inició una amistad un poco celosa entre algunos oficiales y el artista, que resultó ser muy amable y sencillo, y cuando le dábamos oportunidad nos invitaba a pintar algunas partes del mural con la guía de él, por supuesto; de ese ejercicio nació una amistad que más adelante generaría grandes y profundos cambios en mi vida.
R.M.: ¿Qué ocurrió cuando el maestro Al.Vivero terminó el mural?
W: El artista Vivero se despidió sin antes hacer la invitación a su taller y en forma personal me dijo que si deseaba aprender a pintar, las puertas de ese espacio estarían siempre abierta. Pasaron algunos meses y la inquietud por conocer algo del mundo de la pintura me llevó a contactarlo e informar el deseo de aprender de ese oficio desconocido para mí, pero que llamaba profundamente mi atención; la respuesta fue inmediata y la aceptación igual. “Trae pinceles y óleos y no necesitas más —fue el requerimiento del pintor— y lo espero”, me dijo.
R.M.: ¿Cómo fue esa primera visita al taller del maestro?
W.C.: Es inolvidable. El día que atravesé las puertas de ese taller, fue encontrarme en un espacio totalmente distinto a los ya conocido. Invitaba a sentir y vivir experiencias no materiales sino algo más espiritual, más cerca del alma misma, un mundo irreal pero enorme en sensaciones y emociones. Hasta ese momento las experiencias eran muy cotidianas, muy mundanas si se quisieran llamar de alguna manera. Allí era al contrario era la magia, era el sueño, era el vuelo hacia el interior de nuestra conciencia.
R.M.: ¿Cómo eran las clases del maestro con un estudiante como usted?
W.C.: Se inician las clases de pintura de una forma muy sencilla y básica con el comportamiento de los colores y su manera de aplicarlos sobre un lienzo, pero eso era la disculpa; lo más importante para Al.Vivero era la sabiduría, el abrir la mente a la magia de la cultura, del arte, del conocimiento del ser humano y su relación frente a una sociedad y la responsabilidad de transmitir por medio de la pintura nuestra manera de ver, sentir y experimentar la vida y la enseñanza que debía dejar en el espectador y todo esto para cumplir una función social del arte, comunicar , transmitir una idea y recrear la realidad; pero lo más importante conocerse a sí mismo, para poder transmitir un mensaje.
R.M.: ¿Cómo vivía esta paradoja militancia-arte en su vida cotidiana?
W.C.: A través de Al.Vivero se inicia un despertar en la música, la literatura, el cine, el arte y todo de la mano del maestro. Fue un intenso año de compartir día tras día las novedades y experiencias del nuevo conocimiento; todo para lograr un cambio de mentalidad dirigido al ser humano como unidad individual. En el mundo de la fuerza policial la política está trazada, se piensa y actúa bajo los principios de la institución y ya están diseñados los caminos por los cuales hay que desplazarse. La novedad era que en el mundo del arte los caminos los trazaba y diseñaba yo como individuo y eran infinitos y eso despertaba gran interés y curiosidad. Luego de ese año soy trasladado a un nuevo departamento y el contacto con el pintor sigue por medio de libros , música y teléfono y pasados dos años tomé la gran decisión de dejar la fuerza policial, dejar la estabilidad y aventurarme en el inestable pero mágico mundo de las artes plásticas y todo aquello que lo rodea.
R.M.: Para terminar, maestro Castañeda, ¿cómo ha transformado su vida el arte?
W.C.: Han pasado casi 30 años, mi vida dio un giro de 180 grados el cual todavía no ha terminado, a pesar de lo difícil que es vivir del arte en un país como el nuestro, con toda seguridad y tranquilidad del alma, no me arrepiento ni un instante de la decisión tomada. La vida, el arte y las enseñanzas de Al. Vivero han hecho de mi existencia la mejor experiencia que un ser humano puede llegar a tener y es el de poder tratar de conocerse interiormente y así poder aportar algo a nuestros semejantes por medio del arte y del ejemplo de vida que hasta hoy he tratado de llevar. El hombre es evolutivo y el aprendizaje y el conocimiento no tienen fin, eso es lo mágico de la pintura cada obra conlleva a una nueva sensación y genera una nueva experiencia que busca seguir puliendo nuestro espíritu en el crisol de la vida.
Senderos de mi universo - Wilson Castañeda
Poder del aire - Wilson Castañeda
Ancestro de la selva - Wilson Castañeda