Los desafíos y retos de la Unesco

Los desafíos y retos de la Unesco

El mundo ha cambiado mucho desde la creación de la Unesco, hace setenta años. Y, probablemente, ha cambiado todavía más rápidamente desde comienzos del siglo XXI

Por: Pölad Bülbüloglu
agosto 28, 2017
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Los desafíos y retos de la Unesco

Los trabajos de la 41ª reunión del Comité del Patrimonio Mundial que tuvo lugar del 2 al 12 de julio en Cracovia, Polonia, permitieron proteger más sitios naturales y culturales en América Latina. Importante decisión. Sin embargo, está claro que aún queda mucho trabajo por hacer para proteger mejor a los sitios del continente suramericano. En este sentido, la elección de Colombia en representación de América Latina y el Caribe a la Vicepresidencia del Comité Intergubernamental para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, representa un avance. En efecto, esta decisión que se dio por consenso, posiciona a Colombia como un referente en estos escenarios multilaterales en temas de patrimonio.

En particular, dos retos deben abordarse en el futuro próximo: equilibrar de una mejor manera la protección de los sitios en la lista del patrimonio mundial de la Unesco, entre el continente europeo y el resto del mundo. Seguidamente, se trata de involucrar y compartir los esfuerzos en esta materia con la sociedad civil y las ONG. La participación de los ciudadanos para promover, proteger y seleccionar los sitios es crucial para el futuro.

Se deben continuar los esfuerzos ya realizados para proteger aún más los bienes comunes y universales que hacen de nosotros una humanidad. El mundo ha cambiado mucho desde la creación de la Unesco, hace setenta años. Y, probablemente, ha cambiado todavía más rápidamente desde comienzos del siglo XXI; los desafíos a los que nos enfrentamos son colosales, y el período de profundas transformaciones que estamos viviendo no está exento de serias amenazas. Pero también puede, si queremos abrirnos a él, constituir enormes oportunidades para comprometer nuestro mundo común en una mayor cooperación entre las naciones, su gente y sus líderes.

En la larga lista de desafíos, la cuestión del estado y del porvenir de los océanos se sitúa en el rango de los asuntos mayores. La mayor parte de la población mundial vive concentrada en franjas costeras de 200 kilómetros de ancho; empero, compartimos la observación hecha hace un mes por la actual directora general de la Unesco, Irina Bokova, en la celebración del Día Mundial de los Océanos que tuvo lugar en Nueva York: "El océano mundial se encuentra en un punto de inflexión. El cambio climático ya está afectando a varios sitios marinos del patrimonio mundial y no hay lugar en la tierra inmune a esta amenaza planetaria".

El océano es ahora objeto de amenazas mundiales: el cambio climático —incluyendo el calentamiento de sus aguas—, tempestades más violentas, el aumento de su nivel y su acidificación, su contaminación generalizada por los plásticos… Estas amenazas mundiales necesitan como respuesta una acción colectiva, resuelta y perseverante de la comunidad internacional.

Desde ese punto de vista, el continente suramericano debe ser el objeto de una atención sostenida. Bañado en el hemisferio sur por los dos más grandes océanos del planeta, con notables sitios oceánicos naturales a la imagen de la península Valdés, debería poder favorecerse en los años por venir de los beneficios que conlleva la inscripción de otros de sus sitios en la lista del patrimonio mundial.

La particular situación geográfica de los países del continente suramericano requiere que se les garanticen los medios para asegurar la conservación a largo plazo de los sitios marinos, mediante su futura inscripción en el patrimonio mundial.

La Unesco ha hecho lo necesario para ajustarse a las exigencias de nuestro tiempo. Los ideales de justicia, libertad y fraternidad, así como la ética de sus fundadores, guían a las personas que ahí trabajan para adaptar aún mejor esta maravillosa organización, útil y necesaria, a las limitaciones y exigencias de nuestro tiempo.

Es imperativo que, a cambio, todos los países la ayuden a desarrollar todavía más su acción por la educación, la ciencia y la cultura; y en particular, resaltando el patrimonio material e inmaterial de la humanidad.

Pero la lamentable retirada en 2011 de los Estados Unidos de Norteamérica, que contribuía en un 22% al presupuesto de la Unesco, ha debilitado las capacidades concretas de la institución. Convendría pensar con calma en las consecuencias de esta realidad que se ha impuesto a una institución, cuyo presupuesto de este modo reducido, ya no le permite llevar a cabo su propósito humanista y universal.

En 2016, la comunidad internacional gastó 7,87  billones de  dólares en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU. La misma solo consagró el 10% de dicha suma a la Unesco, al mismo tiempo que le asignó la tarea de construir la paz a través de la promoción de la educación, la cultura, la ciencia y la comunicación. Yo sigo en lo que me concierne, particularmente convencido de que la instrumentalización política de la Unesco agobia su eficacia.

Los estados miembros, así como los actores económicos privados, deben invertir más en la Unesco. Esta inversión adicional, financiera e intelectual, producirá, sin duda, resultados tangibles bajo la forma de una paz duradera y de un desarrollo sostenible.

Esta inversión a la altura del porvenir que les debemos a nuestros hijos, debe duplicarse y alimentarse de una cultura del debate, del diálogo y de un intercambio rico y nutrido. La Unesco puede para esto contar con la vitalidad de muchos think tanks, fundaciones, centros de investigación académica, las ONG, asociaciones universitarias y otras organizaciones de la sociedad civil que están a menudo en la búsqueda o en espera de tales intercambios.

A veces es costumbre decir que el futuro pertenece a los jóvenes, es intelectualmente agradable pensarlo. Sin embargo, una gran parte de ese futuro está en las manos de sus mayores, por las decisiones que estos toman ceñidos a las responsabilidades que ejercen, por la ausencia de estas decisiones o por los retrasos culpantes. La historia nos enseña que dichas ausencias o retrasos han tenido consecuencias catastróficas muy a menudo.

En un impulso renovado, la Unesco debe asir su justa parte.

 

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