Existe una gran oportunidad de los venezolanos de enfrentar la dictadura en la que están viviendo, si buscan instaurar un “gobierno paralelo” con el objeto de amenazar y deslegitimar el gobierno socialista de Nicolás Maduro.
Ya conocemos por los medios el permanente estado de crisis política –mencionar la económica es ya casi una perogrullada—que vive el país vecino. Desde abril se viven todas las semanas movilizaciones, marchas, muchas veces violentas, de la oposición al régimen chavista. Se diría que en la escalada de la crisis, todo podría culminar en un golpe de Estado, en una guerra civil o en la simple implosión del socialismo si nada de lo anterior funciona. Al final, como bastantes casos lo demuestran, este es un modelo económico destinado al fracaso, así existan argumento tan descarados que dicen: “es que eso no fue socialismo, intentémoslo de nuevo”.
Pero, solo desde hace unas semanas, se habla de la desembocadura de la crisis bajo otra posibilidad: la instauración por parte de la oposición de un “gobierno paralelo”. Una estrategia de golpe de Estado poco tradicional, que tiene que ver más en desobediencia del gobierno actual y la instauración de otro que buscaría llegar a ser más legítimo que el presente, y no recurrir a la usual acción de tomarse el poder central por la violencia, deponiendo el gobierno que lo administra.
Han existido varios casos de gobiernos paralelos, siendo los más recientes los de Libia en 2011 y Siria en 2013. El primero fue de cierta manera exitosa, ya que cumplió su objetivo de deponer el gobierno de más de 40 años de Muamar el Gadafi, con el costo de muertes, guerra y pobreza. El segundo, es lo que ahora conocemos como Estado Islámico, cuyos dirigentes administran sus zonas controladas como cualquier Estado; sin embargo al no ser reconocido por ningún otro Estado, prácticamente se encuentran en guerra con todo el planeta, al no existir implicaciones legales por la injerencia en sus asuntos internos o una posible invasión.
Es real la posibilidad de que la instauración de un gobierno paralelo en el vecino país lleve a un enfrentamiento frontal: se podría dar una fragmentación de las fuerzas militares y de seguridad, y así enfrentarse en un conflicto violento con mayores saldos de muertos por las dos partes. En definitiva, si se pensaba que las cosas estaban mal, hay que pensar en la posibilidad de que se pongan peor.
Sin embargo, ¿qué les queda?, ¿qué le queda a la oposición para reaccionar contra un gobierno que de manera autoritaria les quita el poder que ganaron de manera democrática y legítimamente?
Lo que les queda, creo yo, es la instauración de un gobierno paralelo, pero basado en la desobediencia; sin la búsqueda de la toma del poder por medio de las armas.
Las acciones que la oposición se encuentra realizando como las manifestaciones y la protesta es algo que no debe dejar de hacerse, pero obviamente no es suficiente. Si el objetivo es la caída del régimen socialista en Venezuela, parece que en vez de avanzar, se estuviera retrocediendo: los desmanes, abusos y políticas autoritarias del gobierno de Maduro son cada vez más directos y descarados.
Es partiendo del objetivo de fracturar la legitimidad de donde debe pensarse el accionar de la oposición. Gene Sharp, gran académico exponente de la lucha contra las dictaduras con métodos no violentos menciona diversas tácticas que los venezolanos podrían utilizar. El poder descansa en la obediencia: si las personas escogen no hacer caso, se pierde todo el poder de los dirigentes. Para esto es necesario deslegitimar al régimen. Si esta legitimidad no existe, sus órdenes no son merecedoras de respeto; no existe razón para hacerle caso. El poder no emana del líder, sino de la disposición de los demás de obedecerlo.
Esto, creo yo, es la clave para la búsqueda del derrocamiento de una dictadura. No basta con acusar al régimen de dictadura totalitaria, o de denunciar sus desmanes violentos o sus malas decisiones económicas. No basta tampoco salir a la calle y marchar.
Lo importante entonces es crear un clima de ingobernabilidad. Recordando que existe una real posibilidad de una reacción violenta, la idea de la oposición al gobierno chavista de conformar un gobierno paralelo no debería descartarse y más bien debería ser alentada, pero con paso cauteloso, basándose en la desobediencia, no en la violencia.
El panorama más pesimista sería que la instauración de un gobierno disidente lleve a una guerra civil abierta en Venezuela: viendo todos los desmanes del actual gobierno venezolano y la creciente megalomanía de Maduro, la amenaza existe en un eventual cisma venezolano. Pero como van las cosas, creo que es un riesgo que vale la pena correr.