El paso de las Farc a partido político, visto por uno de sus guerrilleros

El paso de las Farc a partido político, visto por uno de sus guerrilleros

Gabriel Ángel, quien cree que el partido debe tener un nombre distinto, explica lo que significó para las Farc una lucha de medio siglo

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agosto 23, 2017
El paso de las Farc a partido político, visto por uno de sus guerrilleros

Las2Orillas publicó recientemente una carta abierta dirigida al Secretariado Nacional de las Farc, en la que se añade mi nombre como destinatario. Alguien que se identifica como militante del PCCC durante trece años, hasta su reciente renuncia, realiza una serie de señalamientos contra nuestra decisión de suscribir el Acuerdo Final. En su parecer, solo somos traidores.

No es el primero que lo hace. Enfrascarse en inútiles discusiones teóricas nunca ha sido del estilo de las Farc. En mi parecer nuestras preocupaciones han sido otras, las de llegar con una propuesta política a millones de colombianos desesperados con la guerra, a fin de vincularlos a la lucha por las grandes reformas que requiere el país.

En el Programa Agrario de los Guerrilleros de 1964 se dejó constancia histórica de que los campesinos marquetalianos luchaban y querían un cambio por las vías pacíficas, democráticas, de masas. Pero que como esa vía les fue cerrada con el ataque a las llamadas Repúblicas Independientes, optaron por la otra vía, la del levantamiento armado por la toma del poder.

Allí quedó planteada la posibilidad de una solución política, alternativa por la que las Farc trabajamos denodadamente, como lo acreditan los más de 34 años de conversaciones de paz con diferentes gobiernos. La línea política de las Farc no se trazó tras devorar rigurosos catecismos marxistas leninistas, sino sobre el análisis de la situación concreta que vivía Colombia.

Coincidimos con el cura Camilo en que son las clases dominantes las que se encargan de señalar la vía a los revolucionarios. Cerradas las vías legales no queda más recurso que la lucha armada. Siempre tuvimos claro que si se abrían esas vías legales, el alzamiento podría dejar de ser la ruta. No es cierto que los diálogos de paz fueran una táctica para preparar la insurrección armada.

Cada vez que alguno en las Farc sostuvo algo así, escuchó la contundente respuesta de sus mandos más claros. No, la salida política era una aspiración real. La guerra es demasiado dolorosa para los de abajo. Si bien los ímpetus juveniles vibran con la idea de la violencia revolucionaria, la verdad es que el pueblo colombiano en su conjunto siempre se ha inclinado por la paz.

La vía revolucionaria armada es una táctica a emplear según las condiciones de la propia realidad. Algunos hicieron de ella una definición estratégica, el único camino. Se nos quiere recordar que en una verdadera revolución se triunfa o se muere, sin reparar el contexto de esa frase. Si los pueblos no lograr triunfar en un momento dado, la muerte no puede ser su única salida.

 

Se nos quiere recordar que en una verdadera revolución
se triunfa o se muere, sin reparar el contexto de esa frase.
Si los pueblos no lograr triunfar en un momento, la muerte no puede ser su única salida

 

Disentimos de quienes sostienen que la guerra es el camino para solucionar los grandes problemas del país. La violencia y la represión son los recursos favoritos de la oligarquía colombiana, y la idea de la paz ha abierto una profunda grieta en esa concepción. De lo que se trata ahora es de echar abajo definitivamente la muerte y el terror en Colombia. A eso le apostamos.

A quienes consideran que los Acuerdos de La Habana son algo irrealizable, que el pueblo colombiano no va a luchar por ellos porque son absurdos, les decimos que para la gente de nuestro país es mucho más absurdo e irrealizable marchar tras los llamados a la violencia y la guerra. Quien los haga no puede reclamarse de las Farc, debe buscar su camino.

Hoy no se trata de aislarse cada vez más de los espacios políticos, sino de saber interpretar y conducir los grandes anhelos de las mayorías. Nuestros críticos cerreros no dirigen pueblos, revoluciones, gobiernos de avanzada, ni siquiera partidos. Solo siembran cizaña contra todos aquellos que efectivamente lo hacen. Hablan para sí mismos frente a un espejo.

Con la extravagante pretensión de representar lo más puro del discurso revolucionario, de estar ejerciendo la más constructiva de las críticas. Nosotros, como las grandes corrientes revolucionarias asediadas por el gran capital en Nuestra América, preferimos hacer, construir, avanzar, explorar caminos. Siempre será mejor crear versos que recitarlos.

Por ello planteo al próximo Congreso fundacional, considerar seriamente la posibilidad de aprobar un nombre nuevo para nuestro partido, incluida su sigla. No se trata de renunciar a nuestro pasado glorioso como Farc, sino de enviar un mensaje realmente novedoso a Colombia y el mundo, de superar el sentimiento con la claridad de la razón.

Paz Colombia, Nueva Colombia o Causa Colombia suenan muy hermosos y reflejan muy bien nuestro sueño de 53 años. Además dejan intocable algo que no debe cambiar, las Farc-EP permanecerán en la memoria de los pueblos como lo que fueron, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo. Que nadie cambie jamás eso.

Ni siquiera nosotros. Como movimiento armado siempre permaneceremos en el imaginario de los pueblos. Nuestro partido, en cambio, debe mirar al futuro, la nueva Colombia en paz.

 

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