A las 12:15 de la noche comenzó el ruido. Voces indescifrables de unas cuatro personas sonaban y se movían por todo el primer piso del hotel. Paranóico que es uno, incluso pensé que podían ser los elenos que se habían tomado el hotel. Estaba en Arauca. Pero era el representante Albeiro Vanegas Osorio y su séquito que llegaban de fiesta. Los niños participantes de los Juegos de la Orinoquía que estaban en los más de 15 cuartos, además de mí, teníamos que saberlo. Miré por la rendija de la ventana y no vi mayor movimiento, me puse unos calzoncillos por si me sacaban del cuarto estar tapado, y me volví a acostar.
5:30 de la mañana (calculo). Suenan las voces. El representante Vanegas desde el segundo piso despide a uno de sus amigos que ya había bajado las escaleras. Miro por la ventana, otra vez, y con su pantaloneta de tenis le grita: "Ya te dije, el gobernador te quiere en el puesto del DNS. Lo dijo desde el primer día. Lástima que no ganaste, y desde Bogotá ellos quieren esa señora, pero el gobernador siempre me ha dicho que ese puesto es tuyo. Vamos a ver qué podemos hacer.”
La puerta del cuarto donde pasaron la noche sus hombres, la señora que es su sombra y él, permaneció abierta. A las 6:12: “Llámeme al comandante de la policía…” Algo le responden en voz baja pero él insiste: “¡Que me lo llamen!”. Se pasea por los pasillos del hotel mientras habla con uno de los mandos de la policía, y estando lejos solo se escucha el regaño: “¡¿Cómo que con los indios no se puede?!"
"Tiene que poder con esos guahíbos, ¿me oyó?” Pasan varios minutos y el honorable representante sigue caminando los pasillos hasta que se para frente a mi puerta hablando como si fuera con un familiar de un tema cualquiera: “Listo comandante. Cualquier cosa me avisa, usted tiene ahí mi teléfono. Yo voy a intentar conseguirle eso y si lo logro, lo llamo.”
Con la claridad del día decidió sentarse junto a la señora que es su sombra y otro asesor en el estadero frente a su cuarto. En algún momento le trajeron sopa, que él dejó a medias. Su camisa sisa blanca se veía bien con su pantaloneta sintética, blanca también con una raya roja.
La cultura narcoparamilitar la llevamos cada uno en las venas. Hasta los gomelitos con plata se quieren parecer en las pintas y en el lenguaje. Los que vamos pregonando pacifismo y amor, cuando vemos un abusivo o alguna injusticia, muy en el fondo muchos —me incluyo— por lo menos pensamos cómo sería descuartizar a ese abusador con una motosierra. Lo llevamos dentro.
Albeiro Vanegas vino con la Comisión II de la Cámara a sesionar el jueves 17 de agosto. Desde ese día y hasta el lunes estuvo la mayoría del tiempo encerrado en su cuarto del hotel —distinto al del segundo piso donde dio el espectáculo— en el primer piso, en la esquina junto a la piscina. Afuera había dos mesas playeras con sombrillas, bajo las que se refugiaban las docenas de personas que pasaron durante los 5 días esperando un chance para poder hablar con el honorable representante. Desde gordos con botas de cuero y camisas planchadas, hasta campesinos con el sombrero roto, todos esperaban para que los recibiera Vanegas o su equipo. Incluso en la puerta del hotel rondaba La Pájara, habitante de calle famosa en Arauca, esperando recibir alguna bendición.
La Comisión II sesionó dentro de la Brigada, pero a la entrada tuvo que frentear una manifestación con pancartas contra el gobernador Ricardo Alvarado Bestene y el resto de congresistas. Estaban mencionados los dos de Arauca: Vanegas y Eneiro Rincón. La protesta se debe a que el hospital está al borde de la quiebra, con muchos de los médicos sin recibir pago desde hace más de cinco meses, además de no haber contratado a los que prestaban servicios al hospital desde hace años de manera irregular: era una práctica común que ahora no tienen cómo sostener económicamente. Dicen que el gobernador Alvarado no tiene intención de arreglar la situación y que busca privatizar el hospital.
Aparte de sus fichas políticas, de los que los ayudaron a quedar elegidos, los políticos araucanos no gozan de mayor favorabilidad. Mientras la fila en el hotel era inmensa para ver al representante Albeiro Vanegas, sus asesores salían del hotel y volvían a decirle cosas al oído luego de varios minutos. En Arauca funciona con mensajeros. Pero con la llegada de la noche, celebrando que era lunes festivo, ese secretismo se le olvidó. A las 7:32 a.m. antes de haberse tomado el caldo, volvió a retumbar su voz: “Yo tengo moza, ¿y qué? ¿Y qué? Años y nunca he podido soltarme de esta mujer que tengo acá al lado”.