DOÑA OFELIA LA DEL CALI
Esta semana murió en Cali, a los 93 años, doña Ofelia Salazar, otrora líder cívica del casi desaparecido Barrio Industrial, pero sobre todo, la gran abanderada del Deportivo Cali. Con una dignidad y un entusiasmo que no perdió nunca, doña Ofelia les dio hace 40 años cátedra de pasión y fanatismo por el Cali a las barras bravas que hoy se agarran de las mechas. Cocinera sin igual, ofrecía su plato de sancocho negro, hecho con vísceras de cerdo, a sus amigos del alma, comenzando por José Pardo Llada, que la llevó como suplente al Concejo de Cali en representación “del equipo amado”. Me afecta su muerte porque con ella no tuvimos sino apoyos mutuos. Gratitud eterna.
LA MESA DE TRES PATAS SE PUEDE DERRUMBAR
La pedorrera que se está formando con el destape de la telaraña de la justicia y la cascada de referencias a las tarifas que han cobrado por años para ejercerla, pone en peligro la estabilidad del estado hasta el punto que nos veamos abocado a su derrumbe. Como la institucionalidad del país está montada sobre tres poderes, el judicial, el legislativo y el ejecutivo y la interrelación entre ellos es el fundamento del estado, el que una de ellas cojee, hace inevitable que en las otras dos pase lo propio, sobre todo porque la vagabundería de los “cupos indicativos” con los cuales reparten el presupuesto y compran la obediencia de congresistas, diputados y concejales está vergonzosamente vigente.
A JESUSA LE TOCÓ EL TURNO
Muy impactados, pero no sorprendidos se encuentran quienes conocen las intimidades del equilibrio del poder burocrático en Cartago con las denuncias y actuaciones de la Fiscalía en relación a la mamá del alcalde de esa ciudad, Carlos Andrés Londoño, hijo del mítico político liberal El Tigre Londoño y hermano de Ignacio Londoño Zabala, el habilísimo abogado de muchos narcotraficantes, asesinado cuando aspiraba a ser elegido alcalde de Cartago. A Jesusa Zabala de Londoño la acusan de ser el cerebro y el verdadero poder de la alcaldía de su hijo y presuntamente de haber mostrado su garosidad al ejercer con astucia ese don de mando.