Esta nota se cocina como regalo a Adriana Sarmiento Navarro, por su día que se acerca y a mi luz máxima, Alejandra Sanabria Celis.
La poesía es una herramienta egocéntrica, para unos pocos, reza el consumo del Canon literario. Es imposible me ha expresado más de un compañero poeta.
Es un error. No considerar que la poesía trabaja sobre la imagen y nosotros somos seres visuales, consumimos imágenes de afecto u odio.
Nada tiene un solo significado, la escalera de Duchamp sigue infinita y la paloma de Picasso es para la paz y no se puede ceñir.
El ser poeta es un trabajo social, a Alejandra —a quien amo— le debo esa luz, y no se restringe a un asistencialismo, sino a liberar la imaginación, la capacidad semántica y pragmática. Es acompañar a transgredir y no a copiar moldes. Como profesional en Estudios Literarios de la Nacho me atrevo a proponer. La semiosis ilimitada como acto de vida, y que me perdone Umberto Eco.
Los textos no buscan una copia, no se hacen talleres para repetir sino para empoderar el sentido del participante. Si ha sido víctima de violencia es recuperar sus derechos, liberando significados, en un ejercicio poético.
Es rescatar los derechos humanos desde el alma, no repitiendo como loros, en prácticas textuales,sino rehaciéndolos.
Si es así, reniego del ser poeta de consumo. Y aplico el trabajo social de la poesía. Que el destino cultural decida el cambio.