Espartaco, el tracio que se convirtió en esclavo, el esclavo que muto en gladiador, el gladiador que se transformó en general, y el general que hizo temblar a Roma, que la puso de rodillas obligándola a rezar (Tal vez esto último sea una exageración).
La serie de 2010 protagonizada por el fallecido Andy Whitfield fue una de mis favoritas por la época en la que la empezaron a transmitir, cuando aún la odisea fantástica del juego de tronos no había terminado de revolucionar la industria de la televisión como lo ha hecho en los últimos años.
Para mi hermano y para mí (aun adolescentes para entonces) las gestas legendarias de Espartaco en la pantalla chica fueron un deleite; su personalidad aguerrida, endurecida por el rigor de sus circunstancias presentes fue un ejemplo digno de envidiar. Ya éramos bastante grandes, sí, pero en ocasiones nos sorprendíamos jugando con palos siendo gladiadores que se enfrentaban cautelosamente en la “arena” del patio de la casa (donde nadie podía vernos) averiguando cuál de los dos podría ostentar el nombre de este caudillo en una realidad imaginaria. Las detalladas coreografías de combate de N lo embebían por completo, ensayábamos paso a paso cada movimiento, una y otra vez, hasta que después de varios intentos y uno que otro golpe (producto de eventuales descaches) éramos capaces de simular un enfrentamiento casi real sin llegar a lastimarnos.
Ya hay mucho tiempo de por medio entre aquel entonces y el ahora, lo suficiente como para ser consciente del poder de persuasión e identificación que produce en cualquier persona (más en niños y adolescentes) una historia tan densa como lo fue la del invencible Espartaco. Todos queremos ser el héroe del relato, todos nos imaginamos en combate, impresionando a las masas con habilidades físicas que no tenemos. Pero, ¿por qué historias como la de Espartaco nos causan tanto impacto?, ¿por qué toman tanto revuelo al momento de despegar?
Hay muchos factores que interfieren. Uno de los principales es la empatía que sus circunstancias nos producen, pues son personajes que arrancan de la nada, justo en el punto en el que usted o yo iniciaríamos, atraviesan un sin número de obstáculos y dificultades para llegar a un objetivo, tal cual como usted y yo imaginamos que eventualmente pueda sucedernos y llegados momentos cruciales sienten incertidumbre y triunfan o fracasan, como nosotros. Es el realismo de su arco narrativo el que nos seduce tanto, pues las historias que se cimientan en las dificultades verosímiles de la cotidianidad de la vida son aquellas con las que más nos identificamos. El Batman de Nolan tuvo más éxito que ningún otro porque pudo despojar a su Bruce Wayne de toda riqueza y hacerlo arrancar de la nada, lo rebajó al nivel del pueblo, hizo las circunstancias de este personaje inalcanzable accesibles al imaginario de todo el mundo al anular el factor dinero de la ecuación y desafiar al personaje a enfrentar la realidad y la crudeza de un mundo sin lujos, sin nombre y sin destino. A la vez, una historia como esta nos desafía a hacer lo mismo, nos hace imaginar y temer los riesgos que nos conferiría un día tener el coraje de dejarlo todo y convertirnos en ese guerrero que podemos ser pero cuyo precio para mudar en él es difícil de pagar.
Los puntos fundamentales que hacen que un hombre/mujer llegue a tener el título de héroe/heroína dentro del subconsciente colectivo radica en dos factores muy sencillos: el primero es conocer el punto de partida de su historia, pues entre esta más se acerque a la cotidianidad del ciudadano promedio y sea apta a la hora de hacer un paralelo con nuestra vida, mas atracción y curiosidad generara en nosotros. El segundo es el "momentum" del personaje, ese instante en el que tras sufrir victorias y derrotas dentro de un mundo más o menos parecido al nuestro, esté por fin decide tomar esa decisión que difícilmente tomaríamos: se sumerge en un desafío desconocido, un combate a ciegas o un salto de fe al vacío en el que triunfe o fracase es obligado a entrar en una realidad aislada a la nuestra cuyos retos y elecciones le empiezan a dar forma a una nueva leyenda, una que hará eco en quienes la presencien y como consecuencia convertirán a este personaje en alguien digno de nuestra admiración, pues empezamos la historia con él/ella y al instante su gallardía nos dejó votados por el camino.
Este tipo de historias sorprendentes en donde los grandes héroes se forjan y nacen de la nada para posteriormente ser protagonistas de hazañas fantasiosas e irreales, capturan la atención del público que esté dispuesto a dejarse atrapar por ellas y de cierta forma alienan a sus espectadores, los envician. La novela Espartaco de Howard Fast es la primera novela que mi hermano (con fobia a la lectura) leyó y hasta el día de hoy, que yo sepa, es la única. La calidad y el ángulo con la que su homónima televisiva le vendió la historia del personaje lo obligo a hacer algo que jamás había hecho: leer una de las novelas en las que se basaba este drama, echarle un vistazo a la película de Kubrick, indagar, escarbar, escudriñar y seguir saciándose hasta saberlo todo sobre este héroe que gano y perdió batallas entre sangre y arena.
No sé hasta qué punto las novelas y la serie puedan ser fieles a la realidad que vivió Espartaco más de dos milenios atrás, pero su leyenda es una de las pocas que ha hecho eco a través de generaciones y que aun en la era moderna ha logrado mantenerse a flote, sobresaliendo ante otras que no alcanzan a superarla en vigor. Quizá sea mucho pedir que las leyendas y hazañas de nuestros propios caudillos permanezcan vivas, trasciendan y cobren vuelo a través de milenios, más en un país con tanta falta de pertenencia como el nuestro, lo entiendo.
Sin embargo, cierto es que héroes y villanos nacen y mueren en todos los tiempos y que en esta era en la que una palabra así (héroe) es solo una metáfora con la que se adornan frases publicitarias para hacerlas más "catchy", es importante y fundamental hacer el esfuerzo por encontrar a ese alguien entre nosotros capaz de tomar esas decisiones que el pueblo llano no. Capaz de hacerse oír y amar, capaz de representar no tanto lo que la gente (las mayorías) desean, sino ante todo lo que la nación mas necesita: Unión, solidaridad, pertenencia, etc. Necesitamos un Espartaco, un Jon Snow, una Daenerys Targaryen, alguien que entienda de primera mano el azote que ha sufrido Colombia y las razones por las que lo ha hecho, alguien salomónico que comprenda lo que es sufrir, querer retaliación y después de eso recibir justicia y poder perdonar, alguien correcto, con autoridad, capaz de impartir equidad, libre de hilos, de voz, honesto y sin ataduras. Audaz y espontaneo, alguien a quien el pueblo respalde, alguien en quien se pueda creer, que no proponga por proponer, que sea inamovible en su rectitud, inquebrantable a la hora de gobernar, pero humilde, capaz también de aceptar su humanidad y el verdadero significado del cargo en el que una democracia concienzuda le ha puesto.
Lo sé, es demasiado pedir, muy perfecto para ser cierto, pero debe existir en algún lado, lo único que tenemos que hacer para encontrarlo es hacer lo de mi hermano: indagar, escarbar, escudriñar y seguir buscando hasta encontrarlo/la. ¡Ahh labor titánica! es verdad, pero necesaria.
La cuenta regresiva ha iniciado para el gobierno de turno. En menos de un año un nuevo líder electo llegara a representar los escudos de esta patria tan dividida y "polarizada" como siempre lo ha estado. Si usted no se responsabiliza de la importancia que este evento tiene en el futuro, lo dividido nunca se unirá. Fíjese. La realidad política nacional se ha convertido en una historia incierta, llena de puntos ciegos, de engaños, traiciones y más ambición que nunca antes. ¡Necesitamos un héroe ahora! Y encontrarlo puede ser más fácil de lo que pensamos, pues ante tanta división, hasta los villanos se están quedando sin amigos.
¡Averigüe! ¿Quiénes ya son candidatos oficiales? De esos, ¿quiénes tienen la experiencia? De esos, ¿qué errores y qué aciertos han cometido?, ¿cuál es el historial de amigos del indagado o indagada?, ¿a quiénes han traicionado para estar donde están?, ¿a quién le deben su posición? De los que no le deban nada a nadie (difícil pero los debe haber), ¿quién tiene las mejores propuestas?, ¿quién tiene soluciones ya trazadas y viables?, ¿quién puede fomentar escenarios de unión, de conciliación real y democracia?
¡Es verdad! No es fácil, pero tampoco imposible, detrás de todos esos interrogantes esta la mejor opción que tenemos, nuestro héroe potencial. Quizá no sea perfecto, no sea simpático o tenga la mejor personalidad. Quizá ni le caiga bien, o no le gusta de donde viene, pero no sea estúpido, si se va a equivocar hágalo con conocimiento de causa. Lea, infórmese bien y decida con objetividad, no se pegue de pendejadas para descartar o para excusar su falta de criterio, no se lave las manos tampoco.
Su misión querido lector es ENCONTRAR. ¡Hágalo!