Julio Rivera, un ingeniero agrónomo graduado, logró en las elecciones atípicas del pasado 23 de abril una proeza: arrebatarle a la clase política el control del presupuesto de Tumaco, que ha enriquecido a un puñado de gobernantes y enterrado en la pobreza al 90% de los tumaqueños. De allí tanto abandono.
Se impuso con cerca de 29.000 votos, después de haber sido derrotado por Emilsen Angulo en octubre de 2015, en una contienda cuya elección terminó anulada por el Consejo de Estado. Duró solo un año en el cargo.
Sin embargo, el nombre de Emilsen Angulo no tiene mayor significación. Ella simplemente fue la ficha de turno del cacique liberal Neftalí Correa, heredero del clan Escrucería, quien ha mangoneado Tumaco con el apoyo del Partido Liberal y en particular de la llamada Casa Gaviria.
Simón le dio el último aval desde su jefatura en el Partido para que se presentara a la Cámara de Representantes por Nariño. No obstante, no alcanzó a completar la mitad de su período en el cargo. El Procurador Alejandro Ordóñez lo destituyó el 20 de junio del 2016 y lo inhabilitó por 14 años por las irregularidades presentadas en un contrato cuyo objeto era dotar de conectividad e internet a 36 instituciones educativas de Tumaco.
Derrotado en el escenario político nacional, Correa se recluyó en su ostentosa casa a usufructuar la mezcla de política y negocios. Un patrimonio hecho con sus estaciones de gasolina y comercialización de mariscos, y la presión que logra ejercer con su decena de concejales; logró contratos para él, como profesional universitario y para su esposa Nelsy Genit Araujo a través de la Secretaria de educación, devengando honorarios hasta la víspera de la pérdida de control de la Alcaldía.
Como buena pupila de Correa, a pesar de haber sido destituida por el Consejo de Estado el 11 de diciembre del 2016, al ratificar un fallo del Tribunal administrativo de Pasto que la inhabilitaba para ejercer el cargo, Emilsen Angulo no se dio por enterada y siguió gobernando.
No solo recibió el año ejerciendo el poder en la Alcaldía, como si nada, sino que se auto firmó una comisión para viajar a Washington el 18 de enero a reunirse con los alcaldes de El Tarra (Norte Santander) y Pradera (Valle del Cauca) a instancias del embajador Juan Carlos Pinzón. Inició así un año a todo vapor, cuyo impulso lo aprovechó el alcalde encargado Mauricio Ocampo –escogido de una terna avalada por el secretario general del Partido Liberal, Héctor Olimpo Espinosa, actual viceministro del interior—.
En 83 días la alcaldesa destituida Emilsen Angulo y el (E) Mauricio Ocampo se feriaron el 60% del presupuesto de Tumaco para el 2017.
Ocampo se desempeñaba, nada menos, como asesor de contratación y anteriormente había trabajado en la oficina jurídica de la alcaldesa Emilsen Angulo. Nada de esto le importó a la directiva liberal, con tal de asegurarle el control al cacique Neftalí Correa, quien sin disimulo alguno se presentó como testigo en la posesión de Ocampo, junto con la destronada pero actuante Emilsen Angulo. Ella pagó con recursos del municipio su defensa ante la Sala Quinta del Consejo de Estado, contrató a la abogada Claudia Yasmin Salamanca, quien devengó $ 36 millones por seis meses.
Ocampo llegó con una tarea clara: firmar en los dos meses y medio que tenía todos los contratos que alcanzara y también comprometer la mayor parte de los recursos posibles. En 83 días —entre el 1 de enero y el 23 de abril— se gastaron cerca del 60% ( $162 mil millones) de la totalidad de los recursos del presupuesto del 2017 que suma $ 215.000 millones. Así le dejaron al alcalde electo Julio Rivera la olla raspada.
Además de agotar el presupuesto del 2017 para alimentar sus arcas personales, buscaron poner al sucesor y asegurar que fuera del grupo de Neftalí Correa. De allí el gasto superior a los $ 9.400 millones en prestación de servicios (en todo el año 2016 la ejecución por ese rubro fue de $ 11.000 millones). Contrataron personas sin objetivos definidos para poder direccionarlas al trabajo político como operadores de campaña de cara a las elecciones atípicas.
La candidata escogida por Neftalí Correa y su grupo fue Sandra Estacio —cuñada de la destituida alcaldesa—. Para enfrentarla se armó un frente común alrededor del nombre de Julio Rivera, quien había sido derrotado de manera fraudulenta en las elecciones anteriores y traía la experiencia de haber sido el director de planeación del alcalde Víctor Gallo. Este último es considerado para muchos en Tumaco como uno de las mejores gestores de la ciudad: discreta y efectiva.
Julio Rivera ganó las elecciones en contra del aparato montado por Neftalí Correa con los recursos de la Alcaldía para intentar colocar a Sandra Estacio
Alrededor del ingeniero Julio Rivera, quien se presentó con el aval de las Autoridades indígenas de Colombia (Aico), se unieron grupos, partidos y ciudadanos decididos a intentar cambiar el futuro político de este puerto clave del Pacífico nariñense. Cabe agregar que este lugar cuenta con una economía deprimida y la coca es casi la única fuente de ingreso para la gente.
Así pues, la campaña de Rivera se convirtió en una suerte de “todos contra Neftalí”, que expresó el hastío de la gente y consiguió una sorprendente derrota.
La modalidad utilizada, como en casi todas las regiones, por los pupilos de Neftalí Correa fue la de las licitaciones amañadas y las subastas con un solo proponente. De este modo querían asegurar que la mayoría de los contratistas seleccionados fueran cercanos al grupo político liberal y vincularlos así a la campaña de Sandra Estacio.
En el desespero por comprometer el presupuesto, incurrieron en irregularidades mayúsculas como la contratación directa y la ausencia de objetos contractuales. Las anteriores están siendo investigadas por la Procuraduría y la Contraloría General de la Nación, ya que los organismos de control al nivel local están aún bajo la égida del grupo político de Neftalí Correa, quien ha logrado mantener una mayoría en el Concejo.
Del presupuesto de $ 1.510 millones de gastos generales para movilidad, papelería, comunicaciones y protocolo, dejaron solo $ 40 millones para los ocho meses restantes del año.
El presupuesto de vivienda fue ejecutado en un 83% de los recursos para toda la vigencia, sin que se mediara un proyecto de vivienda consistente ni de mejoramiento. El dinero se despilfarró en pequeñas obras con amigos políticos como beneficiarios.
El 63% del presupuesto de los recursos para construcciones civiles, calles escuelas, puentes y parques se ejecutó a través de contratos directos.
Entonces, forzado a buscar apoyo del gobierno nacional y de cooperación internacional, así como de los fondos de los recursos para el posconflicto, el alcalde ha tenido que pasar buena parte del arranque de su corto mandato que concluye en el 2018 tocando puertas en la indolente burocracia bogotana. Viaja casi semanalmente.
Si algo tiene claro Julio Rivera es que no se va a dejar ahogar y que su compromiso es entregarle a los tumaqueños el acueducto encarrilado, habilitadas las vías terciarias necesarias para mover las cosechas de las 350 veredas que componen el municipio y que piensa construir de manera directa con funcionarios de la propia alcaldía a través de un fondo de maquinaria y material que financiará con recursos de regalías.
Su despacho en el centro de la ciudad es de puertas abierta y permanece lleno de gente con expectativas laborales —la Alcaldía es el único empleador de Tumaco—. Julio, como lo llaman todos, trata de generar un ambiente optimista, el cual está alimentado por su espíritu armónico, para que el puerto sea realmente un territorio ejemplar del posconflicto, como lo han presentado. Ojalá que esto no sea retórica de la cooperación internacional, sino una realidad para los tumaqueños.