Mi desamor con la izquierda

Mi desamor con la izquierda

"Muchos militantes de izquierda vimos en el proyecto revolucionario de Hugo Chávez una esperanza de cambio en el ideario político de toda latinoamérica"

Por: Juan David Gomez Martinez
agosto 07, 2017
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Mi desamor con la izquierda

Como militante de izquierda durante toda mi vida política, como habitante de Venezuela durante los años agitados de 1999 al 2003, y como cucuteño, siento la necesidad de pronunciarme sobre la convulsión que vive Venezuela en estos momentos.

Ser cucuteño es vivir la frontera, sufrir los vaivenes que eso significa y sentir a Venezuela como parte del diario vivir (casi como si nos doliera lo que pasa allá, casi como si nos sintiéramos con doble nacionalidad), ya que cualquier cambio allá de alguna u otra manera trae consecuencias acá. O viceversa. ¡Y vaya que esas consecuencias se han sentido! Y se han sufrido…

Muchos militantes de izquierda vimos en el proyecto revolucionario de Hugo Chávez una esperanza de cambio en el ideario político de toda Latinoamérica. Amado u odiado nadie puede negar el gran papel de este pintoresco personaje en la historia de nuestro continente, desde la Patagonia hasta Centroamérica su retórica e ideas tuvieron eco. Por supuesto que el dinero del petróleo también fue un factor determinante en ayudar a movimientos de izquierda en todos esos países.

Para Colombia la consecuencia más grande de la influencia de Chávez fue su comprobada cercanía a las guerrillas, especialmente las FARC. Sin duda las guerrillas se replegaron en zonas del territorio venezolano (y ecuatoriano) cuando militarmente el Gobierno de Colombia asestó victorias y cambió las condiciones del conflicto armado.

Pero una consecuencia que poco ha sido discutida, fue que la influencia de Chávez tuvo que ver en la decisión de la guerrilla de buscar la revolución en las urnas y no en las armas. Santos en su momento destacó el papel de Chávez en el inicio del proceso de paz.

Si “en el continente alguna vez dormido” como lo llamó Chávez se vieron las consecuencias de la revolución, en Venezuela la profundización de los programas sociales, de los servicios estatales y el cambio del modelo económico son innegables. Sin embargo, como llegó a aceptarlo públicamente el mismo Chávez antes de su muerte la revolución cometió errores.

El principal error de la revolución fue no promover industria, agricultura y manufactura privada con las regalías del petróleo. Es más, en vez de promover la empresa e inversión privada, la revolución se encargó de perseguir la poca que existía en Venezuela.

En el ideario de izquierda la soberanía de un país es uno de los elementos sagrados. Se culpa al imperialismo estadounidense de la inequidad y miseria en nuestros países al proteger gobiernos de derecha mediante el intervencionismo militar. Venezuela hizo un cambalache de imperialismo gringo por el chino al adquirir deudas que ya no se cuentan en cifras sino en años de reservas petroleras adeudadas al país asiático. Esta es una nueva forma de intervencionismo en el que el Gobierno bolivariano ha condenado a la pobreza a su pueblo.

Y otro de los graves errores fue generar una serie de misiones que inspirados en la asistencia social de los modelos de bienestar terminaron condenando a la población venezolana a una actitud de dependencia de los servicios del Estado.

Fue así que el sueño socialista se fue diluyendo. Todo está culminando en lo que Venezuela es hoy. Y es triste ver cómo desde sectores de izquierda en Colombia se defiende o se guarda silencio con lo que está sucediendo.

Como militantes de izquierda nos ofendimos con la manipulación mediática e informativa que la derecha hizo durante cientos de años de años al “demonizar” cualquier forma de pensar diferente.

Como defensores de derechos humanos denunciamos la violencia, asesinatos y represión por parte de las fuerzas militares, del ESMAD y de paramilitares en Colombia.

Como demócratas nos opusimos al desequilibrio de poderes promovido por el cambio de una constitución que se hizo de manera ilegal en la era de Álvaro Uribe.

Todo esto está pasando hoy en Venezuela. Y no es posible hoy escudarse en el respeto del principio de autodeterminación de los pueblos cuando se convoca a una elección constituyente sin haber consultado al pueblo primero.

Y por si fuera poco la ilegalidad de la convocatoria a elecciones de Asamblea Nacional Constituyente se comete un evidente fraude electoral al intentar mostrar la cifra irreal de 8 millones de votantes.

En las últimas elecciones presidenciales venezolanas de 2013 la oposición obtuvo 7.2 millones de votos, mientras en las parlamentarias de 2015 obtuvo 7.7 millones. Los 7.1 millones  de votantes del plebiscito informal impulsado por la oposición parecen más cercanas a la realidad electoral.

En las elecciones presidencias de 2013 el chavismo obtuvo 7.5 millones de votos, y en las parlamentarias de 2015 obtuvieron 5.6 millones. Sólo Tibisay Lucena, la cúpula chavista y unos pocos trasnochados de izquierda en Colombia y en latinoamérica se creen la cifra de 8 millones de votantes después de años de desgaste de la revolución.

Durante toda la campaña el chavismo dijo que esta era una elección para la paz, el hecho de que el primer acto de la fraudulenta Asamblea Constituyente haya sido remover a la Fiscal Luisa Ortega demuestra que no es un instrumento de paz, sino un instrumento para retomar el control político de instituciones que ya no corresponden a orientaciones del Presidente o de su partido de gobierno.

Léase bien, el primer acto de una Asamblea llamada a “reformar la constitución” es remover a una funcionaria de su cargo. Eso no tiene sentido.

El desequilibrio de poderes es crítico en Venezuela en este momento, y sin organismos de control, realmente o medianamente independientes, una democracia no puede llamarse democracia y empieza a llamarse dictadura.

Eso no generará paz. Como lo mencioné en la primera parte de esta columna, el mejor regalo que Chávez hizo a Colombia fue enseñar a las FARC que lo que no pudieron con las armas lo buscarán con los votos.

Lastimosamente así no piensa Nicolás Maduro quien dijo que “lo que no se pudo con los votos los haríamos con las armas”. Un evidente retroceso de la izquierda, o más bien, lo que se llamó izquierda en América Latina.

Nota: Ojalá alguien cercano a Maduro o a Diosdado les recordara esta intervención en el que el llamado a la paz parecía más honesto que el que hacen hoy:

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