La implementación del acuerdo de paz con las Farc ha tenido los resultados que se esperaban desde el momento mismo en que se iniciaron las conversaciones en La Habana. Desde siempre se buscó que el principal saldo de este acuerdo fuera: ¡No más muertos con las Farc! Hecho que hoy es una realidad y es de tranquilidad para millones de colombianos en distintas regiones del país, que anteriormente vivían el conflicto con este grupo armado.
Sin embargo, los procesos políticos futuros dejan en evidencia las aspiraciones de un sector inconforme con algunos aspectos estructurales del proceso de paz, que sin duda alguna lo ponen en riesgo, especialmente en la implementación. Para la muestra unas cuantas frases recopiladas de los que aspiran convertirse en presidente de la República u ocupar un papel fundamental dentro del Congreso de la República: "El primer desafío del Centro Democrático será el de volver trizas ese maldito papel que llaman el acuerdo con las FARC", “Seré Presidente y acabo con la impunidad a las Farc. Tramitaré las reformas necesarias para que paguen cárcel, por delitos de lesa humanidad”, “Angelino Garzón es una buena persona, pero su propuesta de un diálogo del Centro Democrático con criminales FARC o con sus aliados, es inviable”, y “Uribe si va a modificar. No se debe admitir que haya una comisión que verificación que decida por Colombia”.
Hay aspectos transversales dentro del proceso de paz que se convierten en los pilares que lo sostienen: la Justicia Transicional, el consenso, el monitoreo y evaluación, entre otros; en los cuales se mantuvo un arduo trabajo para lograrlos. El simple hecho de tratar de modificar de manera sustancial alguno de estos aspectos pone de manifiesto la debilidad a la cual estaría expuesta la implementación exitosa de este acuerdo. Este sector ha dejado claro su interés en no seguir dialogando con las Farc, hecho que haría muy difícil iniciar una conversión de lo estructurado con el Gobierno de Juan Manuel Santos.
De otro lado, este sector ha mostrado un alto grado de conflictividad con los voceros y negociadores de las Farc, dificultando así principios de cualquier negociación como la buena voluntad y el buen trato. Siendo así, sería muy complicado renegociar entre ambas partes.
Este artículo no fue escrito con el fin de apoyar un proyecto político presidencial o al Congreso de la República en específico, simplemente trata de mostrar lo difícil que sería el hecho de implementar los acuerdos con un sector político que de manera directa ha manifestado su interés en modificar de manera sustancial o “hacerlo trizas” de ser posible. El ciudadano siempre tendrá la última palabra en las urnas, evaluando lo que más conviene al futuro de Colombia.
Después del 2 de octubre, fecha de la victoria indiscutible del NO en las urnas, muchos colombianos salimos a la calle a buscar que se realizará una renegociación del acuerdo, efectivamente fue posible y en el Teatro Colón se firmó un nuevo acuerdo. Estas acciones dieron muestra de cómo los ciudadanos a través de los movimientos y el activismo social, hicieron implementar con gran celeridad y respetando las principales propuestas de modificación, el acuerdo de paz. Para defender de una eventual situación donde la implementación se vea en vilo, poniendo en riesgo las utilidades que ha dejado la paz con las Farc para Colombia, la ciudadanía a través de su herramienta de control social, debe tomar un papel fundamental. Qué bueno si lo hacemos como aquel sector hizo el llamado para la ciudadanía, de manera pacífica: ¡Berracos!