Al principio a Fabio Mauricio Cortés y Pedro Felipe Estrada, los jóvenes ingenieros industriales recién egresados de la Universidad de los Andes, no les salía nada. Habían creado, junto a cuatro amigos más, un fondo común al que aportaban –desde su graduación en 1983— cinco mil pesos mensuales, la quinta parte del sueldo mensual. La idea era tener un trabajo estable, ojalá en una multinacional, y dejar que el capital creciera solo. Mensualmente se reunían en torno a una botella de whisky a echar números sobre un bloc de notas. Por eso, cuando echaron en 1988, al primero de los seis amigos de su trabajo y vieron que ya había suficiente dinero acumulado, decidieron invertir.
La idea era comprar partes de computadores en Miami, ensamblarlos allá y traerlos al país. No resultó: los computadores salían tres veces más caros que en Unilago. Fabio Cortés aún recuerda un cuarto lleno con publicidad alusiva a ese negocio que los iba a forrar, incluso todavía guarda algunas tarjetas. Luego, uno de los seis amigos planteó la posibilidad de invertir en una distribuidora de ropa para bebé. Medio año les bastó para entender que esto tampoco funcionaría. La preocupación llegó al máximo cuando descubrieron que los últimos pesos que quedaban del fondo se habían extinguido intentando cuajar un negocio de venta de artículos de oficina.
Celebraron la última reunión en torno a la botella de whisky en la casa de Pedro Mauricio Estrada en el barrio Pasadena. Era mediados de 1989 y el sueño de crear su propia empresa se moría. Estrada comentó, a vuelo de pájaro, que la panadería de la esquina de la calle 100 con cra 54 la estaban vendiendo. Aunque les estaba yendo bien hubo un lío familiar y sería bueno comprarla. Tenía un nombre que no les gustó y que podían cambiarle: Pan pa' ya se llamaba. El único que tenía experiencia en el tema de las comidas era Fabio Mauricio Cortés. Había trabajado durante dos años como asistente de mercado de los restaurantes de comida rápida Cream Helado. Al lado de un bote de basura, Cortés constataba que era lo que dejaba la gente en los platos. Esa fue su mejor universidad. Sin pensarlo demasiado dieron el paso que cambiaría sus vidas.
Pidieron un préstamo y los seis amigos compraron el pequeño local de 45 metros cuadrados. El nombre, después de discutirlo, lo dejaron provisionalmente. El lugar, que al principio tuvo solo cuatro empleados, era tan pequeño que cuando hacían juntas de administración tenían que salirse los seis amigos para que entraran los clientes. La primera promoción que se inventó Fabio Cortés fue la de una rifa para un radio Sony de seis bandas. Pasadena en esa época era un barrio de casas grandes en donde las empleadas domésticas eran las encargadas de comprar la leche y el pan para las familias. Ellas eran las que se disputaban las boletas de la rifa que se obtenían por llevar 12 panes. La bola se corría y la gran mayoría de las empleadas escogían Pan Pa' Ya para hacer sus compras. En 1990 vieron que el negocio funcionaba, compraron otro local en el barrio vecino de Puentelargo. Manejar los estándares de calidad para consolidarse como una cadena era muy complicado. El panorama solo empezaría a aclararse cuando, en 1991, compraron una tercera panadería, esta vez en la Bella Suiza.
Era una casa vieja, inmensa, en una esquina. La remodelaron y esta vez incluso hicieron encuestas de mercado para saber qué quería la gente. Se dieron cuenta de que una de las cosas que más le molestaba a la gente era que el panadero estuviera escondido en un sótano sin que nadie pudiera ver cómo hacía el pan. Por eso a Cortés y a sus amigos les pareció una buena idea que el proceso de elaboración del pan estuviera a la vista de los clientes. Hicieron un ventanal enorme frente a una barra con butacas. A los clientes les pareció tan buena la idea que resultó siendo todo un plan sentarse a mojar el pan entre el chocolate caliente mientras se veía a un panadero amasando la harina. La otra innovación fue la de tener un muchacho en una bicicleta para llevar el pan a las casas. Los domicilios, a principios de la década del noventa, no existían en Bogotá. Las llamadas arrecieron tanto que a finales de 1991 ya tenían seis motos que cubrían domicilios en los barrios Bella Suiza, Santa Bárbara y Unicentro.
Esa tercera panadería fue un hit y vendía el doble que las otras dos. El negocio funcionó tanto que Fabio Cortés, quien esa época trabajaba en Cali, fue el primero de los socios en renunciar a su trabajo, vender el carro y todo lo que tenía para tener una participación mayor y aventarse a abrir una cuarta panadería en la autopista norte con calle 104 en 1993. En esa sucursal ocurriría la revolución mayor que trajo Pan Pa' Ya al país: la pizza por porción.
El local era el más grande de los cuatro y por más de que pusieran vitrinas y muebles no alcanzaba a llenarse. Así que se les ocurrió poner, en una de las esquinas del salón, la esquina de la pizza. En 1993 comer pizza era un plan romántico, casi que de novios que durante todo un día iban dando cuenta de 16 pedazos enormes. Después de un viaje a Nueva York a Pedro Felipe Estrada se le ocurrió copiar el modelo de la pizza vendida por pedazos como un almuerzo extra rápido para empleados con poco tiempo. Las ventas se dispararon y se convirtió en un plan muy bogotano eso de ir al Pan Pa' Ya de la 104 a devorar pedacitos de pizza.
Durante cuatro años las ventas crecían a un ritmo vertiginoso. La verdadera consolidación llegaría en 1998. La cadena de supemercados Éxito llegaba a Bogotá. Uno de los pocos lunares que tenían los empresarios paisas era el de la venta de pan. En Medellín se desayuna con arepa y poco se consume pan. Por eso las panaderías del Éxito en Bogotá no funcionaban. El Éxito hizo una encuesta entre los mejores panaderías de la ciudad y Pan Pa' Ya resultó siendo la mejor. Los contrataron, potenciaron los panes del Éxito, se consolidaron como marca y, un año después viajaron a Las Vegas a la feria de comida más importante del mundo. Allí descubrieron la ultracongelación, una técnica que no había llegado a Colombia pero que ya estaba en boga en Estados Unidos y en Europa, consistía en llevar los panes a temperaturas por debajo de los cuarenta grados bajo cero durante todo el día, al final resultaba un pan fresco como recién salido del horno.
Desde el año 2000 ya los clientes podían gozar de esa novedad. El crecimiento a partir de allí fue indetenible y ya todos los socios dejaron su trabajo para dedicarse de lleno a la idea de las panaderías. Abrieron sucursales en Cali y en Bucaramanga y en el 2003, a punta de almojábanas y panes frescos, recién hechos llegaron a los supermercados Sedano’s y Publix en Weston Florida. Los colombianos residentes en Estados Unidos los recibieron con los brazos abiertos. Había almojábanas para combatir la saudade. Desde la sucursal en Weston Pan Pa' ya distribuye pan para otros 12 estados y ya tiene cuatro tiendas en los Estados Unidos.
En el 2016 la idea de los seis amigos de Los Andes facturó 78.404 millones de pesos. Las utilidades netas llegaron a los 914 millones. Tienen 971 empleados, 60 sucursales en las ocho ciudades más importantes de Colombia. Desde el 2011 llevan pan de yuca y almojábanas hasta el Japón. La aventada casi que a ciegas que se pegaron en enero de 1989 comprando esa pequeña sucursal en el barrio Pasadena funcionó. Y eso que el nombre, Pan Pa' Ya, nunca les gustó. No lo cambiaron porque no encontraron otro mejor.
