Los que tenemos que desplazarnos en Valledupar conduciendo un vehículo, padecemos del doblete psicológico de estrés y miedo. La tranquilidad dura hasta cuando uno abre el portón del garaje y se pone al frente del volante, después de haber realizado una inspección de si alrededor no hay personas sospechosas en motos, bicicletas o a pie, porque estamos con una inseguridad muy alta.
Después de este primer examen, uno arranca contento y hasta silbando un vallenato viejo que está sonando en el equipo del carro. La alegría que dura hasta que llega al primer semáforo de las habituales rutas. Las llamadas cebras, que en todas partes del mundo son respetadas por ser zona para el peatón, son invadidas por cientos de motos y en par segundos queda uno más escoltado que el propio presidente de la república. Y como parte del regalo de la cultura ciudadana, lo que más le llueven al conductor pidiendo su derecho de vía son los madrazos, hasta del parrillero que supuestamente está prohibido.
Las calles de la ciudad simplemente son vías angostas y otras de doble desplazamiento, por ejemplo: todo el recorrido de la carrera 15 abarcando las zonas de la Clínica Valledupar hasta llegar a la estación de servicio de la misma carrera, frente al Instpecam, frente al Sena, las famosos glorietas o giratorios del Éxito, los Gallos, la Ceiba, las esquinas del Colegio Loperena, zona bancaria y ni qué decir del pleno centro y otras más que por cuestiones de espacio no se pueden presentar. Son escenarios para ver la realidad desproporcionada del caos de la movilidad y la incultura ciudadana en una ciudad de tercer nivel.
Como complemento de lo anterior, los taxistas montados en sus vehículos llamados zapaticos son otros que en su mayoría han convertido las vías de tres carriles, eso sin contar con la maldita pitadera, que sumada a la de los mototaxistas pescando pasajeros convierten la ciudad tal vez en la más contaminada por ruido del mundo.
Como si lo anterior no bastara, otros conductores de todas las categorías sociales y niveles educativos y de todos los sexos, salen desde sus casas hablando por celular e inclusive llevando consigo a sus hijos o transportando niños y niñas para las escuelas y colegios de la ciudad.
La movilidad de Valledupar se ha convertido en un problema de desarrollo social y educativo que debe ser tratado con rigor y sanciones. Pero, los candidatos irresponsables lo han tomado como elemento electoral y nos están haciendo el Harakiri. ¿Qué papel desempeñan los nuevos agentes de tránsito municipal? Nadie les presta ni cinco de bolas. ¡Qué viva el caos!