Ya es normal y rutinario al leer el periódico o en todas las emisiones de noticias ver sagradamente día tras día escándalos de corrupción. Recibimos una gran y fluida cantidad de información sobre este tema que al ciudadano se le ha insensibilizado, llegando a asimilar que eso es perfectamente común y que poco o nada puede hacer para cambiarlo. Solo observamos las estrepitosas cifras que mueven en este tema y es entonces cuando surge la duda, ¿realmente el modelo económico colombiano se mueve como nos enseñan en el colegio?
Desde que se enseña economía en el Bachillerato se explica que el sistema económico colombiano pasó en la década de los 90 de un modelo de sustitución de importaciones al neoliberal de apertura económica y que entre otras, las actividades principales que impulsaban la economía eran la extracción de petróleo y la explotación carbonífera. Pero no se enseña que la corrupción también es parte importante de la política monetaria.
Y es que se ha convertido gran parte de la democracia y participación que tanto se promueve en las Constitución de 1991 en una especie de linaje familiar y casi hereditario, con la colaboración de algunos partidos políticos en la distribución, nombramiento y repartición del poder en algunas regiones del país, transformando el enriquecimiento ilícito, la mermelada y el sistematizado desfalco del estado en la economía misma de estos lugares.
No hace falta si no ver a múltiples escándalos a nivel regional como el abandono del Chocó y la Guajira, Reficar, y de carácter nacional como el Carrusel de la contratación, Agro ingreso Seguro, Metro y TransMilenio de Bogotá, SaludCoop, Isagen, Odebrecht, entre otros. Ah, para colmo de males, el más reciente: ¡El Fiscal Anticorrupción capturado por corrupción! Muchos nos preguntamos horrorizados, ¿cómo hemos llegado hasta ese nivel de insensibilización e inmoralidad?
Según el Índice Global de Competitividad de los países elaborado por el Foro Económico Mundial, Colombia ocupa del puesto 121 de 138 países (la posición en la lista corresponde al ranking global donde el 1 es el país menos corrupto y el 138 el más corrupto) y según cifras del FMI la corrupción le cuesta al país cerca del 4% de Producto Interno Bruto , lo que equivaldría a 40$ billones de pesos, con lo que sacando cuentas desde 1991 hasta el presente año serian $800 billones de pesos. Cifra que alcanzaría para comprar el 90% del gigante de internet Google, valuado en 228$ billones de dólares.
No hay que permitir que se insensibilice a la población, ¡Hay que reaccionar!, entender estos casos son parte de las corruptelas fangosas que tocan a todos y cada una de las instituciones nacionales, departamentales y municipales del país. Desde la secretaria que toma insumos de la oficina para su uso personal, hasta el candidato que acepta dineros ilícitos en campañas y el mandatario que acepta sobornos a cambios de la asignación a dedo de contratos y licitaciones.
Es de entender entonces que la corrupción podría ser perfectamente otro sector de la economía como la agricultura, si vemos las exorbitantes cifras que mueve, el alcance e impacto que tiene en la población.
Definitivamente no son hechos aislados, más bien son parte del sistema mismo. Solamente con un cambio que parta desde la concientización del problema por parte de la población y no eslogans de campañas presidenciales, con los que se podrán lograr los cambios y retos económicos que se le se avecinan al país.
