En diciembre de 2016, en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Tunja, se presentó la Pestilencia. Mientras se preparaba el sonido, 20.000 personas esperaban por el inicio del estruendo de la más influyente y resistente banda punk de la escena nacional. Los impacientes espectadores de diferentes generaciones coreaban "Peste, Peste, Peste". Se encendieron la luces, se dio vuelta el escenario y comenzó la descarga de sonidos icónicos, inconfundibles. El legendario Dilson Díaz, ya entrado en años, tomó el micrófono. Fue el prefacio de 2 horas de pura energía, pogo y gritos infinitos. Sonó en el fondo Nada me obliga, inconfundible guitarra, batería infranqueable, bajo potente y la voz que seduce al pueblo.
En esa última presentación se escondió la esperanza de que en este país es posible realizar crítica social, desde las composiciones y letras profundas. No en vano esta agrupación bogotana ronda los 30 años en la escena nacional e internacional y ha acompañado a miles de generaciones, que han coreado Soldado mutilado o Soñar despierto.
En los años 80, en Bogotá se creaba una de las más influyentes bandas nacionales, una de la misma generación de Neurosis, Kraken, Masacre, entre otras que han permeado los gustos musicales y estilos de vida de miles de jóvenes. Este fue el comienzo de una historia que se mantuvo por años y que cada día evoluciona, adaptándose a la contemporaneidad de sus sonidos y producciones, sin renunciar a contenidos cargados de crítica social, algo a lo que pocos se han atrevido por estos últimos tiempos.
En 1986, Héctor Buitrago y Dilson Díaz hicieron contacto con el guitarrista Francisco Nieto, quien más adelante sería guitarrista de otras dos legendarias agrupaciones colombianas, La derecha y Neurosis. Francisco introdujo a la naciente banda a Jorge León Pineda, un estudiante de periodismo que tocaba la batería y comprendió rápidamente el concepto del grupo. Allí arrancó el proyecto conceptual, el cual estuvo influenciado por el hardcore punk, el punk metal y el punk rock. Esto llevó a la creación de producciones como: La muerte... compromiso de todos (1989), donde aparece Vive tu vida y Olé. Este último es una crítica sin tapujos a una eterna discusión, las corridas de toros. De este modo se propagaba por toda la capital y en general el territorio nacional estas temáticas que se acompañaban de gran euforia y provocación a la resistencia social.
Posteriormente, discos como Las nuevas aventuras de la Pestilencia (1993) y El amarillista (1997) nutrirían con influyentes temáticas y mucha creatividad en la graficación el ya reconocido palmarés de éxitos. En el nuevo milenio, la Pestilencia desarrolló álbumes de correría internacional como Balística (2001) y Productos desaparecidos (2005), los cuales contaron con nuevas influencias y sonidos, sin salir de los límites de lo que hoy sigue sonando.
Volviendo al concierto, el frío no importaba, Dilson Díaz y compañía no paraban de cantar a gritos y con gigantescos pogos. Sacudiendo la cabeza entonábamos Descalzo y al vacío. El olor del humo y el sudor de los que departían de la tocada envolvían aquel lugar, era impresionante. Sus tonos nítidos y acordes de guitarra llegaban al fondo del alma. Había valido la pena tal momento.
Escuchar esta leyenda musical de la nación hacía inmejorable la jornada. Seguirlos y darles la importancia que se merecen se convertirá en el mejor homenaje a esta agrupación que lo merece todo, porque desde el principio de su existencia y aún ahora genera espíritu de resistencia y crítica. En estos difíciles tiempos de sangre y muerte, no hay que pasar la página entera, más mientras seguimos tratando de combatir la corrupción de esta interminable De película conejo.