Esta forma de comunicación precisa y contundente ha permitido en el último mes que generadores de opinión pública como Vladdo, Ospina, Samper, Matador, Uribe o Duzán, entre otros más, fomenten con sus tuits desasosiego y polarización en una ciudadanía aturdida por las aparentes verdades que circulan en las redes sociales.
Se olvidan todos ellos que la construcción del concepto paz es multidimensional y por tanto su significado polisémico. La paz omnipresente y universal como verdad única no está definida en la palabra de un político, un periodista, un intelectual, un caricaturista o un profesor. En sentido “sencillo” la paz es verbo, percepción, pensamientos, emociones y una construcción que se soporta en la historia y la pluralidad de la sociedad colombiana, quien al discutirla integralmente tiene la responsabilidad política de expandir sus comprensiones y alcances.
Políticamente es complejo el momento histórico que vivimos, porque la sociedad global privilegia más la muerte que la vida, la guerra que la paz o la individualidad sobre lo común. En este ir y venir la población ha perdido confianza en casi todas las organizaciones, sus voceros y en la institucionalidad estatal. Atrapados todos en una crisis de falsos dilemas que cada día más se acentúan por las permanentes disputas de quienes ejercen opinión pública sobre una paz politizada.
Se normalizó invisibilizar a quien en verdad debe opinar sobre la paz, la población. La paz está secuestrada por opinadores nacionales, desconociendo que es un derecho colectivo, no una propiedad privada de unos pocos ilustrados con poder político. Así, la expresión sesgada del senador Uribe “la paz no es una claudicación ante el terrorismo” muestra una cara de la moneda y poco deja ver la otra enclavada en los que sufren el dolor o la muerte violenta en un combate absurdo entre compatriotas. Igualmente, hay incomprensión y sesgo en algunos trinos desobligantes, descalificadores e injuriosos de Vladdo, caricaturista de El Tiempo, o de María Jimena Duzán en la Revista Semana. Los mensajes de 140 caracteres son en su conjunto altamente reprochables, porque sus disputas a modo personal polarizan y “cierran” las opiniones de la gente de cara al proceso de postpaz.
Es inaudito que estos personajes encuentren pocos medios alternativos para debatir de forma clara, auténtica y sin agresiones las percepciones, hechos e imaginarios sobre la construcción de una paz efectiva y perdurable que civilizadamente requiere el país.
Objetivamente, en un análisis integracional de las condiciones sociales y el devenir electoral 2018 la gran mayoría de trinos son “políticamente incorrectos” y altamente nefastos para la reconciliación, la pacificación y el futuro social de Colombia.
Todo este enredijo politiquero se volvió más un show mediático, que un verdadero debate que aporte a la comprensión del país que sigue y a democratizar una cultura política responsable en los ciudadanos.
Señores opinadores, seguir en estas disputas y negar la legitimidad de otros trinadores es un tonto capricho y una insensatez abrumadora que no contribuye significativamente a la edificación de una paz robusta y llena de sentidos para el pueblo colombiano.
Esperemos que en alusión al himno nacional estas gazaperas acaben sensatamente y pronto cesen las horribles noches de trinos para ver una paz inmarcesible y perdurable.