Puerto Saldaña, entre el terror y la esperanza

Puerto Saldaña, entre el terror y la esperanza

"Poco a poco se repone de las heridas que dejó la guerra y aún conserva la ilusión de que se consolide la paz"

Por: Juan David Ortiz Molina
julio 21, 2017
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Puerto Saldaña, entre el terror y la esperanza

Un joven relata que mientras jugaba en el parque con sus amigos, llegaron los paramilitares a tirar varios guerrilleros abatidos en la cancha de fútbol para que todo el mundo los viera. Otros, sienten escalofríos al recordar el sonido que producía el golpe de las cabezas de los muertos contra el cemento, al caer desde volquetas como si fueran animales recién sacrificados.

Esta una de las tantas historias que quedaron de la guerra que azotó por décadas a Puerto Saldaña, un corregimiento ubicado a una hora de la cabecera municipal de Rioblanco. Allí, seguramente sucedieron los hechos más atroces del conflicto armado en el sur del Tolima.

Por tratarse de un corredor estratégico, los grupos armados ilegales se disputaban el control territorial con el Estado. Mientras que la población civil temía a diario ser asesinada y arrojada por las turbulentas aguas del río Saldaña.

La comunidad relata con dolor aquellas épocas en donde el pueblo estaba cercado por guerrilleros y paramilitares. Tiempos violentos que quedaron marcados en decenas de viviendas abandonadas y destruidas, que hoy no son más que vestigios de la guerra.

El fragor del conflicto hizo que muchas personas decidieran irse únicamente con lo que tenían puesto, en búsqueda de lugares en donde se pudiera vivir sin la angustia de saber que en cualquier momento serían atacados con cilindros bomba.

Teodoro Martínez fue uno de ellos. Salió en el año 1997, después de recibir papeles por debajo de su puerta en donde le decían que si no abandonaba el pueblo, lo iban a matar junto con su familia. Días después decidió marcharse para Ibagué a empezar de nuevo. Sin embargo, 11 años más tarde hizo algo inimaginable…regresar.

“Decidí regresar con mi familia a reconstruir mi ranchito. En Ibagué pagaba arriendo y eso me ocasionaba muchos gastos y deudas. Mejor vivir en lo de uno ahora que ya está todo tranquilo”, dice.

Con unos pocos ladrillos que ha conseguido y algunas tejas que le ha regalado el gobierno departamental, este campesino ha logrado reconstruir a media marcha su casa que quedó literalmente destruida, tras haber sido utilizada por los paramilitares como trinchera durante sus enfrentamientos. Teodoro sólo espera que se haga realidad el mejoramiento de vivienda que prometió el gobernador para pasar sus últimos días allí, pues las esperanzas de vida han desparecido a causa de una diabetes que le fue diagnosticada hace algún tiempo.

Pese a que algunos desplazados volvieron tras la desaparición de estos grupos armados, hay decenas de casas que nunca más se reencontrarán con sus dueños. En algunas partes, Puerto Saldaña parece ser un pueblo fantasma al sobresalir entre sus calles escombros de aquellas casas que alguna vez fueron habitadas por familias numerosas.

En la entrada del pueblo, hay un museo que no tiene esculturas del siglo pasado ni separadores de terciopelo. Allí simplemente hay murales artísticos realizados por estudiantes y docentes de la Institución Educativa Luis Ernesto Vanegas Neira, en homenaje a sus víctimas. Las imágenes plasmadas son una clara expresión de la resiliencia de los pobladores que se niegan a repetir aquellas épocas en donde la muerte acechaba en cada esquina.

Los relatos sanguinarios no salen únicamente de la boca de ancianos sino también de niños. Según cuenta Adriana Buitrago, profesora de bachillerato, sus estudiantes se saben cada una de las historias que sucedieron en el pueblo mientras estaban en los vientres de sus madres o acababan de nacer. Como si se tratara de una película de terror, los niños relatan las masacres de los paramilitares y los enfrentamientos entre guerrilla y Ejército.

“Mataron muy feo al papá de unas compañeras del colegio enfrente de ellas. Decían que el señor era afecto de la guerrilla y al otro día le quitaron la cabeza y la echaron a un costal para mostrársela a la gente. Las niñas quedaron traumatizadas”, cuenta un menor.

Los muertos que el río se llevó

Aunque no existen datos exactos del número de víctimas, se dice que en Puerto Saldaña hubo más de 300 muertos, entre paramilitares, guerrilla y civiles en el lapso de 1998 a 2014.

“Aquí mataron a mucha gente inocente. Para los ‘paracos’ era suficiente que la guerrilla pasara por enfrente de la casa de uno para matarlo con el argumento de ser colaborador de ellos”, cuenta Dalila Amezquita.

Los constantes enfrentamientos entre tropas de las Farc, autodefensas y Ejército, generaron zozobra, incertidumbre y consternación, tanto para los que vivían en el caserío como para los pobladores de veredas aledañas. La espesa y quebrada geografía de la zona era perfecta para que los delincuentes potencializaran su maldad y desaparecieran a cientos de personas entre sus montañas y ríos.

En ese tiempo la gente recuerda con pavor a un comandante paramilitar que le decían ‘Terraspo’ o ‘El Cirujano’, temido por sus macabras costumbres de desollar a sus víctimas y sacarle los sesos. Dalila recuerda que a un vecino suyo lo señalaron de ser informante de las Farc y a los pocos días resultó descuartizado en bolsas plásticas.

Otros simplemente eran arrojados al río Saldaña para que murieran al chocar con sus colosales piedras. Varios se imaginan que si el afluente hablara, no acabaría de contar los miles de muertos que sus rebeldes aguas se han tragado.

La esperanza renace

A pesar de haber vivido lo más cruento del conflicto armado, Puerto Saldaña poco a poco se repone de las heridas que dejó la guerra y aún conserva la ilusión de que se consolide la paz.

“Aquí se refleja el amor por nuestro territorio”; “Aporta a la iniciativa de sensibilización en el arraigo y sentido de pertenencia”, son algunas de las frases que los pobladores pintaron en diferentes partes del pueblo para transmitir esperanza a las nuevas generaciones que serán las encargadas de construir una nueva historia llena de progreso y desarrollo.

“La paz llega con inversiones en vías, educación, vivienda y empleo. Gracias a Dios la lucha armada terminó, pero sigue otra lucha para nosotros que es la de sobrevivir y salir adelante”, manifiesta Egidio Yaguara, presidente de la Junta de Acción Comunal de Puerto Saldaña.

La población confía en que el gobierno les dé una mano para quitarse el inri del conflicto y les ayude a obtener de una vez por todas la tranquilidad que tanto les ha costado conseguir.

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