Y sí, soy un mal patriota

Y sí, soy un mal patriota

"Colombia, patria mía, te llevo con dolor en mi corazón, bolsillo, ignorancia, falta de oportunidades, carencia de compromiso con la sociedad"

Por: Sandra Cabas
julio 20, 2017
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Y sí, soy un mal patriota

No soy la peor, pero definitivamente soy bastante mala siendo leal a los símbolos patrios. Sobre todo por lo que representan y a lo que me comprometen. Básicamente porque me parece que lo que profesan no se acerca ni remotamente a la realidad colombiana.

Y no quiero sonar como una vieja quejumbrosa porque entiendo que a estas alturas de nada sirve quejarse ni protestar. De todas formas tengo que seguir pagando impuestos altísimos sin retribución justa, tengo que cuidarme en extremo en cada esquina de cada pueblo y ciudad de este país porque, en el mejor de los casos, me pueden atracar; tengo que aceptar comprar mercados carísimos que no alcanzan para completar el mes de alimentación básica de mi casa porque nuestra moneda es la segunda más devaluada de Latinoamérica, y está entre las quince más devaluadas del mundo. Tengo que quitarme un riñón (en sentido figurado) para poder comprar un celular de última generación porque, no es que estén caros necesariamente, es que nos cuesta más trabajo y más esfuerzo que al resto del mundo.

Confieso que me cuesta mucho hacer el Juramento a la Bandera porque en principio no juro por Dios en vano. Y digo en vano entendiendo que esta nación soberana no está regida por principios de Libertad, orden y justicia… mucho menos para todos. No todos estamos comprometidos con la justicia ni mucho menos con principios morales que es en últimas lo que Dios, por el que juramos, establece como normas de convivencia y paz para la humanidad. En este país nos estamos esforzando eso sí por sacar a Dios del paseo en todo, pero no de los símbolos patrios: “ Si así lo hiciéremos, que Dios y la patria nos premien. Y si no, que Él o ella nos demanden”.

Me cuesta mucho entender cómo es que somos un país tan rico, representado en el 50% de nuestra bandera con el color amarillo, y hay niños que se mueren de hambre porque una cadena interminable de corrupción impide que lleguen recursos a lugares como La Guajira y  Chocó. El fiscal anticorrupción de Colombia que debería establecer el “orden” fue condenado por corrupción. Matan mujeres a diario, los colegios del estado son inseguros y en su mayoría muy deficientes, los profesores trabajan con las uñas y con sueldos ridículos, violan y asesinan niños… ¡NIÑOS! El personero de un colegio público acuchilla al rector de la institución. Los alcaldes le pegan a los policías, los congresistas tienen el sueldo más alto de América y el horario laboral más bajo del mundo (los que trabajan). La lista es interminable.

Si resolver el tema de la guerra con las guerrillas y el narcotráfico fueran los únicos problemas de Colombia, la esperanza sería mucho más amplia. Si en realidad hiciéramos patria trabajando con honradez, compromiso, lealtad, abogando por el bien común y no nos matáramos con palabras y pistolas cargadas de balas mortales e injusticia social, sería más fácil y placentero progresar y aportar al crecimiento común. Pero llevamos años sobreviviendo, no solo a la guerra sino a la mezquindad, desigualdad, desinterés, indiferencia e irrespeto.

La historia nos cuenta casos de países en donde la guerra sirvió para apalancar el progreso y el crecimiento social y económico. No ha sido nuestro caso. No por lo menos en las proporciones que un conflicto de medio siglo amerita. Al contrario, estamos muy atrasados: Las exportaciones disminuyen paulatinamente, la deuda externa crece y crece, venden las empresas públicas a países que las desfalcan y luego se van, en Bogotá no hay metro, no hay una malla vial decente en todas las ciudades del país, etc, etc, etc. Gracias a los corruptos que por años se han robado nuestros recursos, tenemos algo llamado “Pico y placa” que es la solución para la movilidad, restringiendo el uso de nuestros carros solo porque no alcanza la plata para mejorar la infraestructura. Ya nos acostumbramos y lo aceptamos pero la verdad es que yo no. Díganme que la restricción vehícular es para disminuir la contaminación, pero no es por eso precisamente. Nos acostumbramos a pagar el 4 por mil que era en principio una contribución temporal pero que lleva casi de 20 años.

Aquí no se salva nadie porque hay que reconocer que los responsables no son solo nuestros ilustres dirigentes sino todos, porque no asumimos el reto de construir un mejor país. Colombia nos ha dado mucho y nosotros le robamos la oportunidad de ser gloriosa porque nuestra ambición más grande no es la de llevar con honor el título de colombianos, sino construir algo medianamente digno para los nuestros.

Ayyy… Colombia, patria mía, te llevo con dolor en mi corazón, bolsillo, ignorancia, falta de oportunidades, carencia de compromiso con la sociedad y con Dios que nos tiene definitivamente mucha misericordia. Dios aspira más que nadie verte grande, respetada y libre y yo también. Pero esto no pasará hasta que no comprendamos en definitiva las palabras del que murió en la cruz.

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