Dicen víctima y tú escuchas culpable, te parece igual. La mujer denuncia que ha sido violada, que han tomado por asalto su cuerpo y su dignidad y tú piensas que la culpa es de la minifalda, de los tragos, del sobretodo pero —sobre todo— para ti el atacante nunca tiene más responsabilidad que el atacado. Hablan de Drácula y tú piensas que la culpa es del cuello y no del vampiro. Y lo dices en público con todas las letras que conoces esperando que te conteste un silencio porque tu pensamiento, crees, es certeza infalible por demás.
Dices víctima y dices culpable, te da igual. Escuchas que ha alguien ha muerto en un barrio popular y sin pudor piensas que seguramente algo andaba haciendo mal y ha de ser por eso que le dispararon. Tu vida es conjetura. Tu vida es presunción. Tu vida es prejuicio. Y como tantos piensan igual que tú sostienes que esa manera de ver la vida es la forma en que se presenta la verdad.
Dicen víctima y tú murmuras: culpable. Te cuentan que alguien venía de regreso a casa, después del trabajo o del estudio tal vez, y a pocas cuadras de su puerta lo asaltan, le roban, huyen. Y tu primera pregunta es ¿qué andaba haciendo por allá? Después te acuerdas de averiguar si la protagonista de la historia está bien.
¿Y si la mujer violada es tu hija?
¿Y si el muerto es tu hermano?
¿Y si el atracado eres tú?
Dicen víctima y tú sentencias: culpable. Te recuerdan en el noticiero lo que sucedió con un pueblo tomado años atrás con barbarie y sevicia por paramilitares con complicidad de policía y ejército y tú no te indignas, no te llevas las manos a la cabeza, no te duele el corazón, no te deshaces el nudo de la corbata siquiera. Tú crees que merecían algo de ese horror porque todos debían ser guerrilleros o mínimo auxiliadores como dicen por ahí.
Hay días en que duele más vivir en este país de la indolencia.
Es tan fácil suponer.
Es tan fácil prejuzgar.
Es tan fácil sospechar.
Es tan estúpido que se haya instalado entre nosotros esa lógica fatal que dice, simplista, que “alguna cosa debía” aquel que sufre como si todo en la vida fuera una cuenta por pagar. Tenemos mil excusas como sociedad con las que aprendimos a mirar para otro lado para no vernos a los ojos y sentir que la cosa no es conmigo. Toda desgracia le sucede a los otros, no a nosotros. Y olvidamos que nosotros somos los otros de los otros.
Aquí tú eres culpable por ser víctima. Hay una lógica siniestra y cínica en esa manera de pensar.Y que sea casi una forma ya del ADN nacional evidencia una suerte de metafórica malformación genética que convendría empezar a tratar. Al menos para que los que están por nacer no conciban el mundo igual.
Decir víctima es señalar con una palabra una historia que emparenta con lamento. No te miento. Algo huele mal cuando se convierte en otra manera de discriminar. Es justo y necesario tener presente que víctima es una palabra sin estrato ni geografía definida y tampoco es sinónimo de culpa.
En una violación la culpa no es de la minifalda, es del violador.
En un robo la culpa no es del reloj el celular o la billetera sino del ladrón.
En un homicidio la culpa no es de la esquina, es del asesino.
Cuando la culpa es de la víctima el juicio también lo pierde el juez.