La paloma de la paz pasó frente a mis ojos. Así la pude visualizar mientras perseguíamos por entre una trocha de Mesetas (Meta) a los jeeps que nos adelantaban afanosos en ver el espectáculo; el momento histórico que partiría en dos a la Colombia sangrienta desde los años 40 al 27 de junio de 2017, si tenemos en cuenta que el origen de las guerrillas tiene sus raíces en esos años; nacieron del enfrentamiento entre partidos tradicionales, tanto las liberales, como las de autodefensa campesinas a las que luego sobre el año 1952 “Manuel Marulanda Vélez” les daría tinta comunista en Marquetalía, Tolima.
Aleteaban banderas blancas de tela y de papel por entre las ventanas de los vehículos. Llamaba mi atención los campesinos con botas de caucho montar costales con mercado en jeeps mientras sonreían con rostro de triunfo y sus dientes blancos resplandecían en un sol de 10:30 de la mañana. Se respiraba el aire de campo y un aroma a paz.
Disfrutaba de ver las vacas, y de las mariposas que se pegaban en el panorámico de mi carro. Entre “ires y venires”, charcos y trocha; vacas y costales, campesinos y periodistas yo veía que todo se “amangualaba” con ese “sabor” de victoria. ¡Era la paz!
Ver rostros de soldados del Ejército Nacional saludar con ese amor de la raza negra me inundaba el alma.
Se desarmaba la guerrilla de las FARC, se desarmaba el presidente, y poco a poco se desarmarían los partidos políticos y medios de comunicación, algunos manejados por las altas clases sociales. Se acababa una guerra política que dañaba la raza humana.
Eso sucedió el 27 de junio de 2017, empezaba una oportunidad más para mi Colombia, nuestro Colombia.