Sorpresivamente en la madrugada del 08 de julio, muchos de los medios de comunicación en el mundo titularon el traslado de Leopoldo López desde la cárcel de Ramo Verde a su casa en Caracas, en la condición de arresto domiciliario, como “casa por cárcel”, condición que si bien no es la que todos quisiéramos, es el primer gran paso de la derrota a la dictadura. Todo coincide con los tres meses de protestas en las calle venezolanas, donde han perdido sus vidas 89 héroes por defender las banderas de la libertad del pueblo y la Democracia en Venezuela.
Que Leopoldo haya regresado a su casa es un aliciente, no la victoria, no se puede menguar, ni bajar la guardia, es el momento para que Venezuela despierte y empiece a darse cuenta que la solución está en las calles, que la tiranía se derrota con la fuerza del pueblo, que tener a Leopoldo de nuestro lado —y me incluyo, porque me siento un soldado a distancia y virtual de esta lucha democrática, como millones de Colombianos— es un gran caballo de batalla. Aunque aún quedan muchos presos políticos por los cuales batallar y una Constitución maltratada sobre la cual Bolívar derramo sangre por construir y que mal usando su nombre han querido destruir, ni un paso atrás Venezuela.
Cuánta alegría sentí al ver a los hijos de Leopoldo abrazar a su padre y ver como Lilian no trinaba desesperada al no poder ver por meses a su esposo; cuánta alegría siento al saber que hoy los hijos de Leopoldo no deben gritar con su voz entrecortada a las afueras de Ramo Verde, sino que con dulces palabras le pueden decir al oído “Te amo”, esas son las recompensas de la democracia.
Aún no ha cesado la horrible noche; sin embargo, como lo dice aquella frase de Angelina María “ya casi”. Serán y seremos millones que estaremos listos para celebrar el regreso de la democracia, de Leopoldo y de miles de venezolanos a su casa, su hogar, su calles. Será la victoria de un pueblo que no cesó, sino se mantuvo, de un pueblo valiente, el pueblo valiente de Venezuela.