La profesión docente tiene su fin en la formación de estudiantes críticos y reflexivos para la sociedad, proveer ciudadanos integrales para las relaciones interpersonales y con la capacidad de enfrentar a los retos que tiene el mundo; cumplir este reto empieza en el salón de clases que es lugar donde se produce conocimiento gracias a las orientaciones del docente y a las intervenciones de los estudiantes.
Antes de llegar al papel del docente como investigador, hay que mencionar que en la mayoría de las aulas todavía se ve al docente tradicional que se limita a la mera transmisión de conocimientos, dejando en segundo plano los aportes del estudiante. Este hecho no despierta interés en él mismo, porque le es extraño a su mundo, no se siente reflejado en ello y como consecuencia las participaciones y la imaginación del estudiante disminuyen.
Por eso la tarea inaplazable es la autorreflexión del quehacer del docente. Los docentes debemos replantarnos qué estamos haciendo bien y en dónde tenemos debilidades que debemos fortalecer. Este autoconocimiento no solo nos hará mejores profesionales sino que estaremos haciendo un bien a nuestros estudiantes, ya que el docente orienta a sus alumnos a crecer como personas integrales haciendo uso de su saber.
En el artículo 71 de la Constitución Política nos habla de que el estado debe propiciar y estimular a las personas e instituciones que fomenten y desarrollen conocimiento. Este fundamento jurídico nos hace un llamado para que como docentes contribuyamos a mejorar nuestro sistema educativo comenzando desde nuestras aulas con la observación y construcción de teorías que den solución a los problemas cotidianos de la Institución Educativa.
El proceso enseñanza-aprendizaje requiere de que los docentes reelaboren su discurso educativo, para ello deben estar informados y ser capaces de producir conocimientos, es sabido que algunos docentes son apáticos a la elaboración de artículos e investigaciones por la cantidad de tiempo que requieren. Con la producción de escritos podemos inculcar en los estudiantes a que produzcan sus primeras producciones para que participen en foros, sean aspirantes a becas y les sea una ayuda en su hoja de vida.
Cabe decir que incentivar a todos los docentes a investigar es una tarea que requiere de mucha dedicación, esta debe estar acompañada de una política educativa que propicie espacios más constantes en las instituciones y departamentos; la enseñanza del siglo XXI debe abolir la monotonía en el proceso educativo y una de las herramientas para combatirla es cuando se contribuye a la formación de una sociedad más consiente.
Si se hacen bien los trabajos para la mejora del sistema educativo no se estaría lejos de tener docentes más comprometidos con su práctica pedagógica, formadores de conciencia crítica para la comunidad educativa y como instructores de valores humanos. Como he dicho anteriormente, tener docentes investigadores ayuda a estudiar y entender el proceso educativo para mejorar y potenciar al ser humano. Antes de cerrar, cabe rescatar la advertencia que nos hace el nobel de literatura Chileno, Pablo Neruda: “Muere lentamente quien no viaja, quien no lee. Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito repitiendo todos los días los mismos trayectos”.