¿Quién no ha de reconocer el hecho histórico en el cual se cambian las armas por las palabras? A nadie se le ocurre.
Sin duda, las Farc-EP entregaron, según la ONU, sus armas. No debe caber fanatismo alguno. En buena hora para el país, para las generaciones futuras, para la tranquilidad pública.
Una parte del Acuerdo se está cumpliendo, y lo cumplió la que otrora se hacía autodenominar Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo Farc-EP que, de ahora en adelante será otro actor político.
Se encuentran pendientes otros cumplimientos: la lucha contra las autodefensas o paramilitarismo que, aún, óigase bien, sigue existiendo y con toda fuerza; la lucha contra los mecanismos de fuerza que alejan las palabras y hacen prevalecer el terror: Bogotá no se ha escapado de ello; y, al mismo tiempo, lograr de consuno, con esfuerzo de Estado, el desminado, la entrega de caletas de armas de las que se ha hablado y, por supuesto, la de bienes para satisfacer los derechos de las víctimas; superlativamente, insisto, superlativamente, la entrega de los menores.
Se ha registrado como el momento de la palabra: ‘El fin de las Farc como guerrilla, meta cumplida del proceso de paz; En los contenedores de la ONU quedó depositado el armamento guerrillero’; sin embargo, también: ‘Ganamos la paz, pero perdimos el posconflicto”, (…) la reflexión que hace el analista Eduardo Pizarro Leongómez, este 27 de junio después de que la ONU certificó la entrega total del arsenal, ‘falta mucho por hacer, pero la paz está más cerca que nunca’.
Entonces, si bien el tono de las noticias es esperanzador, se debe aceptar como logro, como éxito, lo que sigue es más difícil: la verdad.
Algún especial amigo, a quien tengo todo respeto, en charla personal apuntaba, del cómo las posiciones se muestran muy fuertes con el proceso o en contra de él; la respuesta es una, solo una: jamás en contra del proceso, ni mucho menos de la paz; hemos criticado sí la destorcida del proceso, del trámite que sobrevino con contundencia devastadora después del plebiscito que dijo No al Gobierno; no porque no se quisiese la paz sino por algunos contenidos especialmente en el tema de justicia, que siguen siendo hoy motivo de preocupación .
Seguiremos pensando que la solidez del proceso depende en gran medida de la debida implementación; de la implementación de la justicia transicional que, de quedar mal armada, quedaría mal armada no solamente la justicia sino el proceso en su integridad. Que la Corte Constitucional debe guardar la Carta y no el mero Acuerdo, pues la Corte le debe obligación y lealtad al Modelo de Estado, al modelo que aceptó para Colombia, para los 40 y tantos millones de habitantes, sin exclusión, sin protección a lo que es extraño o sustituyente de la organización, la democracia en participación; fundantes principios del Estado.
Es que la actuación, la actuación del poder después del plebiscito es visible, arrolladora y hasta violenta.
Cómo así que los magistrados deben ser leales a los Acuerdos;
cómo así que los magistrados deben poner de referencia
los Acuerdos y no la Constitución
Es por ello necesario, plausible que también se desarmen las propuestas inadecuadas, por decir lo menos. En ello hemos insistido. Cómo así que los magistrados deben ser leales a los Acuerdos; cómo así que los magistrados deben poner de referencia los Acuerdos y no la Constitución; matoneo a quien se atreva a hacer una interpretación contraria, le caen encima las palabras más estridentes, las referencias satanizadoras. Eso no es posible. La reflexión jurídica se ha de imponer a fuerza de los argumentos, no de los pareceres que se tratan de imponer; el criterio jurídico es pacífico, dejémoslo allí, la paz merece ese comienzo.
Acercarnos, compartir, departir, concitar, es la necesidad actual; cuál la razón para que la razón no se imponga; se debe desarmar la lengua, también. No existe hoy charla, encuentro, ‘tomada de tinto’, que antes era el centro de la reflexión y la decencia, en donde no se entre en una escaramuza de cuasi enemigos. Atroz.
Los antes amigos de todo, hasta de complicidad en la simpatía y la generosidad de encuentro, hoy, en trance de ruptura, de enemistad; se ha llegado al punto en el cual existen temas vedados; ¿temas vedados? Horror.
Casi estamos en la necesidad de decir: ¿incorporar, reincorporar, reinsertar, ahora, a la sociedad?, desarmar la lengua. Que el epíteto sea cambiado por la reflexión.