"He escrito un viento, un soplo vivo del viento entre fragancias, entre hierbas mágicas; he narrado el viento; solo un poco de viento. Noche, sombra hasta el fin, entre las secas ramas, entre follajes, nidos rotos —entre años— rebrillaban las lunas de cáscara de huevo, las grandes lunas llenas de silencio y de espanto"— Aurelio Arturo, Morada al Sur.
Visitamos en la Unión, departamento de Nariño, la casa del poeta Aurelio Arturo en compañía del abogado Jairo E. Villota Pérez, el politólogo Camilo Villota Pantoja y las especialistas Edith Pantoja y Esther Julia Pantoja. Nos encontramos una casa en ruinas, a punto de caer y condenada a desaparecer en breve. Lamentable y triste realidad que nos hizo pensar que es verdad la premonición de Aurelio Arturo cuando en uno de sus versos evoca al viento para declarar que ha escrito “un soplo de viento”.
Aurelio Arturo es el poeta por excelencia, aclamado por versados e ilustres hombres de letras, declarado por la UNESCO como el poeta del siglo y reconocido como el más grande bardo de las letras en América. Su lectura única y exquisita transporta a paisajes, cielos y espacios donde la naturaleza, el viento, el sol, las hojas, los ríos y las hadas se conjugan para dar vida a un mundo fantástico y maravilloso. La poesía de Arturo es sonora, frágil y capaz de transformar al hombre que se acerca a ella.
En nuestra visita esperábamos encontrar una casa dedicada al cultivo de la memoria de este excelso poeta que nació en el Sur, colmada de libros y sueños, de frases pintadas de verde, enamoradas del viento; creímos que las hadas se nos aparecerían por entre las ventanas de terciopelo y que las nodrizas negras saldrían a nuestro encuentro con guirnaldas y rosas hechas de sueños y sortilegio.
Pero la realidad fue otra. Cruel, atroz y dolorosa como el mismo olvido, como la misma palabra sepultura que nos hizo pensar que gobernantes y académicos son y han sido inferiores al destino sempiterno de los versos de Aurelio Arturo. Olvidada, desvencijada, perdida entre ruinas y el vulgar comercio se mantiene milagrosamente en pie la casa donde tres placas nos recuerdan que ahí nació el más grande de los poetas de Colombia de todos los tiempos. Sin libros, sin flores, sin retratos del poeta, sin nada digno de merecer el homenaje de ser la cuna del creador de la poesía más exquisita surgida en tierra americana.
Nos preguntamos entre incertidumbres cómo puede ser posible esta atrocidad, cómo gobernantes, académicos, intelectuales y sociedad han permitido que el silencio vaya reptando por entre las paredes oscuras de esta casa ocultando para su gente el brillo único e irrepetible de la palabra arturiana que se debe erigir invicta y victoriosa sobre los cerros y montañas de La Unión. En el parque central olvido, ni una busto, ni un poema, ni una imagen de Aurelio Arturo, vacío de su presencia, de su palabra, de su grandeza descomunal en el concierto de la palabra.
Tres placas nos recuerdan levemente que en esa vetusta y olvidada casa nació el poeta más grande e ilustre de América. Nada más… En esa su primera morada quizá surgieron las primeras imágenes de sus poemas, de sus futuros recuerdos que se conjugarían con las aguas más puras, con los vientos más dulces y con los dientes blancos de su nodriza negra que entre sombras y trozos de árboles le llevarían por el país de la palabra y la nostalgia.
Y nos preguntamos qué podemos hacer quienes amamos la poesía de Aurelio Arturo, cómo podríamos mover las manos de nuestros gobernantes para que se inicie una cruzada que nos permita recuperar esta casa y colmarla de vientos, libros y poemas. La respuesta la encontramos en la Finca ”El Aguacate”, lugar en el cual creció Aurelio Arturo, de la mano de su sobrino Jacobo y su esposa Deyanira. Mientras tanto veamos este vídeo y hagamos un recorrido por la casa en la cual vio la luz siempre nueva Aurelio Arturo.