La revolución que magistralmente ha puesto en movimiento Emmanuel Macron y su nueva agrupación En Marche durante este año es una gran noticia para Francia, para Europa y para las democracias del mundo. Este domingo, para rubricar la gesta iniciada en las elecciones presidenciales de mayo 7, Macron y su equipo, compuesto 50 % por mujeres experimentadas de centro, izquierda y derecha y por nuevas figuras provenientes del sector privado y la academia, obtuvieron una mayoría de 57 % de las curules en la Cámara Baja, asegurando así la posibilidad de emprender las reformas profundas que propuso en campaña.
Con un poco más de un año de fundado, el nuevo movimiento ha logrado abrirse paso en un sistema tremendamente tradicional y compartimentado que siempre ha tenido claro quiénes son los jugadores centrales y que ha preferido la lenta y controlada reforma sobre los cambios abruptos y los nuevos actores.
La llegada de En Marche se produce en momentos muy especiales y complejos para Francia y Europa. Desde el ataque a Charlie Hebdo en enero de 2015, 240 civiles han muerto en múltiples ataques terroristas. ¡240! Es entendible entonces que el tema de la seguridad sea central en la discusión política y, como los responsables de estos ataques han actuado en nombre de Isis, los temas religiosos, culturales y de inmigración también hacen parte del debate y de la definición del proyecto político sobre la seguridad. En este sentido hay que recordar que la extrema derecha francesa con su discurso xenófobo y autoritario ha llegado a segunda vuelta dos veces en las últimas 4 elecciones presidenciales y siempre entre los 4 primeros puestos. Adicional a la situación de seguridad, Francia y sus instituciones también participan de la crisis de la Unión Europea, la cual finalmente es de naturaleza política e ideológica e involucra la idea del Estado Nación, el multilateralismo y la posibilidad de construir sobre valores comunes más allá de las fronteras. El triunfo de Trump y su “Primero America” y el brexit del Reino Unido inclinaron la balanza hacia la política del cierre y de la protección. En la elección presidencial francesa se jugaba el futuro de ese increíble experimento humano, que inicialmente surgió de un tratado de libre comercio para el acero y el carbón (1950), y que logró reconstruir los lazos institucionales y de confianza entre acérrimos enemigos de dos guerras mundiales para ser hoy la gran potencia económica mundial (30 % PIB mundial) y un territorio diverso y multicultural. No obstante el terror y los poderosos mensajes de otros pesos pesados, Francia eligió seguir construyendo puentes desde valores liberales de apertura y tolerancia.
A esta Francia rejuvenecida y audaz (en palabras por lo menos) llegó esta semana el presidente Juan Manuel Santos. Difícil encontrar ambientes políticos y situaciones más diferentes que las de Francia y Colombia y las del exbanquero y exministro de 39 años y el ex periodista-diplomático-ministro de 65 años. Los franceses, adustos, críticos y por lo general pesimistas (en diciembre pasado una encuesta de Ipsos decía que el 81 % de franceses pensaban que las cosas iban a empeorar), parecen estar sonriendo y con niveles de optimismo impensables para muchos observadores. En nuestro país la desesperanza y el pesimismo campean y el 12 % de favorabilidad de Santos parece un suspiro frente al 65 % del huracán Macron.
El ataque terrorista al Centro Comercial Andino
parece que acortó la distancia entre ambos mandatarios
y de alguna manera entrelazó aún más los destinos de ambos países
La visita tenía un antecedente adicional, complejo y triste. La muerte trágica de la francesa de 23 años Julie Huyhn y de las colombianas Lady Paola Jaime y Ana María Gutiérrez en el ataque terrorista al Centro Comercial Andino parece que acortó la distancia entre ambos mandatarios y de alguna manera entrelazó aún más los destinos de ambos países. El presidente Macron, quien es famoso por repetir en sus discursos la frase “de igual forma” (et en meme temps) para sugerir que una misma situación resiste otra interpretación, fue claro al decir que lamentaba profundamente el hecho, pero que en nada afectaría el apoyo de Francia al proceso de paz y a la lucha contra el terrorismo. Adicionalmente, y como buen banquero, le puso $$$$ a su afirmación: 350 millones de Euros en cooperación para la construcción de paz.
Si la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, fuese la presidenta de Francia el discurso desde el Eliseo se habría enfocado en señalar la debilidad del Gobierno de Colombia y su complicidad en la muerte de la ciudadana francesa. Diría : “Ese proceso de paz es una rendición frente a las fuerzas terroristas de izquierda. Desde la VI República Francesa condenamos la debilidad manifiesta de ese narcoestado y tomaremos las medidas sancionatorias correspondientes para hacer trizas todo aquello que amenaza la civilización. Se prohíbe a los ciudadanos franceses viajar o permanecer en el país latinoamericano y a las empresas invertir hasta tanto se vuelva a los caminos diestros.” A su lado, aplaudiendo y con la mirada fija en el 2018, un expresidente sonreiría.
Bienvenue Monsiuer Macron.