El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no sabe lo que son las relaciones diplomáticas entre estados y el íntimo vínculo que guardan con la palabra respeto. Actúa como si asumiera la convicción de que la diplomacia es la continuación de la guerra por otros medios también violentos. La desprecia abiertamente.
No se olviden del momento en el que Donald Trump empuja al primer ministro de Montenegro en una reunión de la OTAN.
Recientemente, dio al traste con los acuerdos firmados por Raúl Castro y Barack Obama para restablecer los lazos bilaterales entre Cuba y el país norteamericano.
Un estadista de verdad no procede así como Trump. El mandatario estadounidense luce preocupado más por su melena, por llamar la atención adonde llega, que por la situación socioeconómica de los ciudadanos del país. Como quien dice, aquí estoy yo, el Presidente del Mundo.
En Estados Unidos también hay pobreza, miseria y gente con las necesidades primarias sin resolver. Hoy por hoy el sueño americano de los propios estadounidenses se decolora. La clase media norteamericana compró el discurso antimexicano de Trump, porque iba a ser la solución a la problemática socioeconómica; votaron por él convencidos de que acabarían con la migración de mexicanos, lo cual coadyuvaría en la creación de nuevos puestos de trabajo. Es una cosa que nadie comprende y sin embargo gustó.
Más temprano que tarde sabrán que los mexicanos no son el problema. Ellos asimismo son víctimas del saqueo. México ha sido despojado de más del cincuenta por ciento del actual territorio del país.
La mayoría de los mexicanos se desilusionan tan pronto pisan suelo norteamericano. Son ninguneados y pisoteados en el país de la estatua de libertad. Y contemplan su propia pesadilla con los ojos abiertos.
Donald Trump anda comprando peleas en todos lados. En Oriente Medio y Oriente Profundo se escuchan los gritos de soberbia pendenciera. Estados Unidos quiere derrocar a Bashar al-Ásad para que Siria degenere en el caos constitucional, tenga lugar una ruptura del poder ejecutivo del país árabe e imponer la propia agenda política.
Corea del Norte es otro país declarado como la madriguera del diablo. Poco y nada sabemos del país de Kim Jong-un. Y lo poco que sabemos es confuso e incluso chistoso.
En cambio, Rusia con Putin a la cabeza está esgrimiendo los mejores recursos diplomáticos para frenar la barbarie. Apela a la reserva de prudencia para equilibrar la balanza del orbe.
Desde hace muchos años, Rusia ha cultivado el bilateralismo. La política exterior es la mayor fuerza de vanguardia. El Kremlin extiende sus lazos de cooperación y amistad entre los pueblos. El pueblo y el estado ruso son un gran jugador en el concierto de las naciones.
En las antípodas se sitúa Donald Trump con sus desaires. Me pregunto qué tanto desprecia a los asesores. A lo mejor ni los consulte. Él no los necesita, puesto que su mejor consejero es el ego. Con su ego basta y sobra.
El presidente estadounidense habita la Casa Blanca para salvaguardar los intereses de las American Corporates; la idea principal es que marchen como viento en popa. Él es un gran socio del club. Los miembros del club no tienen nada personal contra la humanidad. Solo es cuestión de negocios.