Me mamé de los Morales y de todas esas novelitas de vallenatos

Me mamé de los Morales y de todas esas novelitas de vallenatos

El crítico musical Victor Moreno Pineda se despacha contra las series sobre vallenatores que ya lo tienen harto

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junio 21, 2017
Me mamé de los Morales y de todas esas novelitas de vallenatos

Para mi memoria, esto comenzó bien. En 1991 con Escalona. Entonces, Carlos Vives apenas había hecho un par de álbumes de rock y baladas; y más que como cantante, lo recordaba la gente del común por el papel en Gallito Ramírez junto a La Mencha. Florina Lamaitre era una muchacha rozagante de Cartagena que en la pantalla inspirada esa pureza suspicaz de las mujeres del Caribe. El producto no podía fallar: era la historia del compositor más prestigioso (yo no sé si el más importante) del folclor vallenato.

Pero no solo la historia era lo interesante. Detrás del producto estaban las manos y la cabeza de Sergio Cabrera, uno de los mejores directores de la historia de Colombia, y el guion de Bernardo Romero Pereiro. También había un elenco fenomenal, entre los que destaca Rodrigo Obregón (el hijo del maestro Alejandro Obregón) en el papel del Espuelón; Judy Enríquez en el inolvidable papel de La vieja Sara; Juan Carlos Arango (Jaime Molina); Jairo Camargo, Álvaro Ruiz y Adriana Ricardo en los papeles de El Pipe Socarrás, el General Ulises Dangond y Desideria Zabaleta, respectivamente. Inolvidable trío que estaba signado por la tragedia.

En 1991 yo tenía seis años y no había leído Cien años de soledad. Años después, cuando leí la inmortal obra de Gabo, me encontré con los guiños sutiles de la serie que había visto en mi niñez. Sutileza era lo que había en Escalona. Recuerdo, por ejemplo, a Desideria encerrándose en su casa luego de la muerte del General Ulises Dangond y de El Pipe Socarrás tal como lo hizo Rebeca Buendía en Cien años de Soledad.

Permanece en mi mente también la imagen final del duelo entre Escalona y Anastasio Espuelas, acompañados en los acordeones por Simón (Omar Geles) y el diablo (el rey de reyes, Cocha Molina). Una recreación del mito de Francisco el Hombre. Como lo dije, tenía seis años y, aunque hoy la escena se ve ridícula, en su momento me aterró la lluvia en la gallera, el credo cantado al revés y la voz chillona del Espuelón.

El segundo momento, ya no fue tan agradable. Ocho años después se llevó a la televisión la historia de Alejo Durán. La cosa empezó mal desde que el negro Alejo dejó de ser el negro para que le diera paso a un mestizoide Moisés Angulo, que no tenía ni la gracia en el actuar ni la destreza en el tocar el acordeón. Le faltaba la fuerza en el tono de voz y esa torpeza angelical que Alejo Durán tenía cuando hablaba. Ya no había magia.

En Alejo, la búsqueda del amor se notaban las intenciones de repetir lo que habían hecho con Escalona. El querer repetir una fórmula exitosa los llevó al descaro de imitar, otra vez, la escena del enfrentamiento con el diablo. Pero en esa ocasión, los personajes principales eras los que mal tocaban el acordeón. En el audio del enfrentamiento tocan una puya, mientras ellos en la escena tocan un paso doble. Desastroso. Feo.

No había esencia, no había sonidos, no había calidad. Regular tirando a mala. El peor homenaje que se le pudo haber hecho a un hombre que en vida fue sinónimo de engreimiento y galantería.

En el nuevo siglo han aparecido otras producciones: Oye, bonita, basada en las canciones de Diomedes Díaz y con unos guiños extraños con la vida del Cacique; Tierra de cantores que no la vio nadie, pero que intentaba, de muy mala forma, rescatar los sonidos de la música vallenata; Rafael Orozco, el ídolo que fue inverosímil y acomodada al momento de contar la historia, además, Alejandro Palacio se parecía más a un artista pop que a una de las mejores voces del folclor vallenato de todos los tiempos, Rafael Orozco; y Diomedes, el Cacique de La Junta, en la que un Diomedes gordo hacía fuerzas para mantener el ojo cerrado.

La novela de Diomedes empezó bien pero conforme les fue funcionando en el rating la alargaron y, tal parece que a nuestros guionistas, cuando los obligan a alargar los productos les entra la torpeza al escribir. La historia de Diomedes se volvió fofa, insufrible. Intentaron, muchas veces, imitar escenas vividas en vida por el Cacique que permanecen en video y no pudieron. Recuerdo haber visto la recreación de la entrevista de McCausland y sentí pena ajena.

Pero Diomedes le funcionó en el rating a RCN y en este país eso es lo importante.

Anda por ahí, desde hace unas semanas, la telenovela de Kalé. Y otra vez han querido teñir de misticismo, de superchería, de un realismo mágico que nunca entendimos en qué consistía, la vida del hombre del Caribe. Y otra vez, tal como pasó con la novela de Diomedes, hablan del talento actoral de unos personajes sobreactuados interpretando situaciones que en el único lugar donde son posibles es en la mente y el papel de los inocentes guionistas que escriben para la televisión colombiana.

La telenovela está funcionando en el rating y los que escriben para televisión en Colombia lo celebran. Eso es lo que les importa. Cómo no va a funcionar algo cuando la competencia es muy irregular.

Hace un par de años volvieron a dar por Señal Colombia, la telenovela de Escalona. Recuerda que una de muchas noches que caminaba por la calle de mi barrio escuché en los televisores la voz de Rafa, del General Ulises Dangond, del Pipe Socarrás, de ellos solo Carlos Vives nació en el Caribe, pero la novela era tan buena que uno se olvidaba de ese tipo de nimiedades.

@victorabaeterno

 

 

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