Por estos días ha despertado indignación y solidaridad el caso de Nathalie Milfort, mujer colombiana a quien un abogado estadounidense le arrebató a su bebé de cinco meses.
Hace mes y medio un grupo de mujeres caleñas venimos acompañando un caso muy similar: la lucha de Sandra Piedrahita Sánchez, amiga feminista, activista de los derechos humanos y comunicadora social, quien desde su emisora “la Q Radio Género” ha impulsado miles de veces campañas y reflexiones en contra de las violencias hacia las mujeres. Ahora es ella quien está viviendo la experiencia en carne propia y en las peores circunstancias: está sola, en Holanda, donde vive el papá de su hijo, el ciudadano holandés Roger de Rijke.
Sandra firmó un permiso para que el señor de Rijke llevara a Xabian, su hijo de 4 años, a visitar a sus abuelos paternos por tres meses, plazo que venció el pasado 17 de abril. Unos días antes, cuando Sandra se comunicó con el padre de su hijo, este le contestó que ella debía ir a Holanda por él. Con miles de esfuerzos llegó Sandra hasta Holanda, en un viaje no programado que le deparaba otras amargas sorpresas: Roger se había declarado padre soletero, obteniendo del estado holandés subsidio para vivienda y estudio. Ante la exigencia de que el niño fuera devuelto, tal como se había acordado, el señor hizo que la policía le pusiera una caución a Sandra para no aproximarse a su casa ni al hijo de ambos.
A pesar de que el señor de Rijke ya tenía una demanda por un episodio de violencia física contra Sandra en el propio pueblito de Middelbrug, ocurrido durante unas vacaciones, cuando todavía eran pareja, las autoridades holandesas no han dado credibilidad a su historia y más bien han actuado violando todos sus derechos, por ejemplo, haciéndola ir y repetir una y otra vez su versión, presionándola para que firme documentos en holandés, idioma que Sandra desconoce y dejándole muy claro que todos los derechos y prerrogativas le asisten a Roger, que es el ciudadano holandés y no a ella.
De manera similar al caso de Nathalie, las autoridades colombianas no parecen comprender la dimensión y urgencia de estos dramas. Los consulados responden en primera instancia, desentendiéndose del caso: aconsejan, por ejemplo, contratar un abogado (sin tener en cuenta que son mujeres que se encuentran sin recursos, ni posibilidad de generarlos).
Tanto Sandra como Nathalie han hecho peticiones y denuncias. Esto hace que las autoridades reaccionen, más como un asunto de limpiar su imagen que como un verdadero compromiso con la restauración urgente de un derecho.
En el caso de Sandra, ante los derechos de petición que mujeres caleñas hemos interpuesto ante cancillería, Consejería presidencial de Equidad de la Mujer e ICBF, todas las entidades dicen estar actuando, pero veamos más en detalle en qué consiste su actuación:
La Consejería, responde que no es de su competencia y remite a Cancillería. Cancillería tiene consulados y toda una sección de Asistencia a Connacionales en el Exterior, sin embargo sus actuaciones están enmarcadas en lo mismo: remitir los casos con muchos días de distancia y escribir notas en las que dicen que conocen del caso y están actuando. El asunto es que Sandra tiene pocos días antes de que venza su visa de turista, no tienen recursos para su manutención y entre una oficina y otra se pueden demorar diez o más días para actuar concretamente. Nadie ha puesto un abogado o abogada para acompañarle en su odisea.
Lo mismo ocurre con el ICBF, entidad que respondió a Sandra que efectivamente existe un convenio desde 1980 al que apelar para recuperar su hijo. Le enviaron un formulario y el requerimiento de una serie de documentos que Sandra con esfuerzos sobrehumanos juntó en muy pocos días y envió a la Autoridad Central de Holanda… para encontrarse que desde Colombia, las abogadas de ICBF tardaban otros 10 días para hacer un oficio.
Por si fuera poco, y después de sufrir con la tardanza de cada paso en las oficinas colombianas, las abogadas le han sugerido que regrese a Colombia y espere aquí a ver si ellas desde sus oficinas le recuperan a su hijo. El señor Roger, quien a pesar de sus antecedentes de violencia acusa a Sandra de ser inestable psicológica y económicamente, espera la fecha en que ella deba regresar a Colombia para declarar por su abandono del niño y reclamar la custodia completa.
En las peticiones virtuales y en los múltiples trámites que ha tenido que enfrentar Sandra se ha dado cuenta de la magnitud de esta tragedia: hay una cantidad indeterminada de mujeres inmigrantes en países que se precian de ser adalides en el respeto de los derechos humanos a quienes no les es reconocido ningún derecho y son deportadas a sus países sin sus hijos, privadas de la posibilidad de verlos crecer y cuidarlos, como fue su decisión e intención al traerlos al mundo.
Específicamente Colombia ha ido adquiriendo fama mundial de tener las mejores esposas del mundo: cuidadoras, amorosas, bonitas, generosas… cada año miles de mujeres son atraídas a matrimonios con hombres extranjeros que prometen el edén y las llevan hacia sus países a vivir verdaderos infiernos de esclavitud doméstica, sexual y a ser despojadas de sus hijos. Y tristemente la pieza que configura y sella este rompecabezas de horror, es la desprotección en que el Estado colombiano deja a estas mujeres como parias en tierras ajenas.
Habría que aprovechar esta punta del iceberg para que la cancillería colombiana, tan llena de burocracia, agregados militares, culturales y hasta agregados culinarios en el exterior, se reformara para tener una sección de asistencia efectiva: jurídica, económica y emocional para las colombianas expuestas a todo tipo de violencias en el exterior.
Vea también: Primera victoria en el caso de madre colombiana que intenta recuperar a su hijo
