Es cotidiano que las redes sociales se hayan vuelto lugares de debate público, donde sin importar la calidad de los argumentos y la formación de sus interlocutores todos opinan por igual, todos apuntan a demostrar su indignación, sus frustraciones, su conocimiento respecto a un tema, o ignorancia; así no la quieran demostrar.
Constantemente aparecen temas álgidos para el interés general y es allí donde se atiborran dichas redes con información que es compartida insensatamente, y como una dinámica de dichas redes, de la cual hace una crítica Halim Badawi, la credulidad de la gente le lleva a dar por verdadero aquello que le muestran. La pereza o la poca capacidad de lectura, de investigación, de consulta de las fuentes primarias los conducen a creer en todo.
Se reconoce en los últimos años que las redes se han convertido en importantes canales de distribución de la información; sin embargo, la preocupación ronda en torno a que en lugar de ser un complemento de los diversos medios informativos pasó a ser un sustitutivo. En una entrevista para el periódico español El Confidencial, Emily Bell, directora del área de periodismo digital de la Universidad de Columbia, afirmaba, "Las redes sociales no solo se han tragado el periodismo, se lo han tragado todo". Los medios perdieron el control de la información ante las redes sociales y el poder de estas es cada vez mayor. La masificación de las redes como recurso informativo junto con la dinámica de la que nos habla Badawi, permite que cualquiera crea en noticias y hechos falsos, y lo reproduzca masivamente.
Sin importar los avances en tecnología, que nos permiten acceder a fuentes información de calidad, y demás medios de comunicación; antes solo impresos. Sin importar que hayamos podido acceder a una educación universitaria de pregrado o posgrado; donde se supondría íbamos a desarrollar un pensamiento crítico y analítico para trasformar la realidad, se siguen repitiendo hechos de odio, discriminación y fundamentalismos, inspirados en una profunda ignorancia, en la religión y el miedo a aquello que es diferente e inentendible para unos.
La carencia de la capacidad de análisis y reflexión, de pensamiento crítico constructivo, la falta de formación investigativa es culpa, por un lado, de la mala calidad educativa y, por otro, de la falta de lectura, que lleva a todos por igual, analfabetas y profesionales, a creer en lo que ven y escuchan sin evidencia alguna, sin tomarse el tiempo de cavilar al respecto.
No se instruyen, no preguntan, no investigan, no van más allá de lo que escuchan, en otras palabras, se quedan con la menor duda, se vuelven perezosos mentales y permiten que esto les incapacite; pero no para opinar y comentar. Esta les conduce corriente abajo por donde el río de la ignorancia sigue su curso, y quienes se resisten a ello se fundamentan en la lectura. Esta se constituye en el recurso de lucha contra la ignorancia en una país donde en promedio de lectura al año es de dos libros.
Decía el ensayista y poeta Joseph Addison: "Leer es para la mente lo que el ejercicio físico es para el cuerpo". La lectura nos permite adquirir nuevos conocimientos, estimular la imaginación, la percepción, la concentración y la empatía, mejora las habilidades de análisis, expresión, interpretación de textos, ortografía y lenguaje. Sin embargo, el fenómeno de los "youtubers", como es el caso del chileno Germán Garmendia, quien agotó boletas en la feria del libro del año pasado, han abierto un debate sobre qué están leyendo los jóvenes actualmente.
Que útil sería entonces, que, ante sucesos de cualquier índole, y antes de sentirnos con la obligación de compartirlo y comentarlo en nuestras redes, hiciéramos el ejercicio; indagáramos e investigáramos más con los recursos que disponemos.