Un orden que en diversas ocasiones tiende a convertirse en el más caótico escenario como resultado de unas muy oscuras intenciones.
Es imposible negar que muchos de los problemas que afectan el buen andar de la sociedad colombiana cada vez se intensifican en gran medida, por tanto se debe entrar en un estado de emergencia ante estas problemáticas. Dentro de este marco tan desordenado en el que nos encontramos se destacan como responsables, esos seres que llevan las riendas del país. Esos mismos que se jactan de sus cualidades de filántropos y se esconden detrás de discursos populistas, pero que ponen en duda esa capacidad para ayudar a los demás desinteresadamente y colocando por encima el interés propio. Lo único que demuestran es que actúan con una tendencia a lo negativo y con un alto nivel de descaro porque son conscientes de que sus acciones no hacen otra cosa que dañar a su prójimo, y aun así tergiversan la función social que deberían cumplir a cabalidad.
Con una gran indolencia y en una búsqueda incansable del beneficio individual, actúa la mayoría de estos personajes ya mencionados. Y su compromiso, que reposa en manejar los recursos públicos de tal manera que todos los agentes o programas sociales que en teoría deben resultar beneficiados, son usurpados. Hago referencia a sectores como la educación y la salud que son de los más afectados, porque no es otra cosa que un vil y despreciable robo disfrazado de ‘’buenas intenciones’’ donde se deja al desnudo la desfachatez de nuestros mal escogidos representantes. A estos quienes solo luchan por hacerse con la parte más grande de la torta, dejando las migajas a una sociedad que día a día aboga por sus derechos y que expresa una señal de auxilio ante las injusticias de las cuales son las principales víctimas.
La frase ‘’el dinero corrompe hasta la parte más pura del ser’’ se pone en evidencia constantemente en estos casos. Tal es el punto que resultaría muy difícil averiguar lo que el dinero no puede comprar, e incluso a Michael Sandel, profesor de la universidad de Harvard y autor de un libro que lleva ese mismo título se le dificulta brindarnos una respuesta acerca de este cuestionamiento a pesar de todos los argumentos válidos expuestos en su texto, y se limita a cedernos la oportunidad de darle solución basándonos en nuestra propia consideración.
Lo peor de todo es que no veo una pronta cura a este virus, que rápidamente se expande y contagia a más personas de hacer lo mismo. Y como bien se dice, si se quiere un cambio en la sociedad, primero se debe empezar por uno mismo. Además de eso, se deben redefinir los criterios que se tienen en cuenta al momento de escoger a las personas que nos representan. Sería una muy buena idea pensar a futuro y ver lo que nos espera. Se hace necesario entender que se tienen dos caminos: el de seguir haciendo las cosas de igual manera, arriesgando la poca estabilidad socioeconómica que nos queda, o reflexionar y evitar que sigan jugando con lo que como ciudadanos sujetos a derechos deberíamos estar aprovechando. De la mano con eso impedir, a través de acciones determinantes que los lobos disfrazados de oveja sigan aumentando su poder dejando a los más desfavorecidos sin oportunidades de sobresalir.