Fueron décadas las que el cine colombiano atravesó momentos de dificultad. El primer cinematógrafo lo habían traído los hermanos Di Doménico y en 1927 los antioqueños Gabriel Ángel y Roberto Vélez, fundadores de Cine Colombia, lo adquirieron por $1.5 millón. Tres años después, cuando apareció la Warner Bross con El cantante de jazz, la primer película con sonido del mundo, se percataron que habían adquirido un aparato obsoleto. El cinematógrafo instalado en el Circo España de Medellín no les respondió.
Para no dejar fracasar el negocio, el gerente Jorge Isaza intentó adecuar el equipo y acondicionar algún teatro. El Junín era el que mejor estaba. Sin embargo el sonido era atronador y los diálogos apenas se escuchaban en el estreno de la recién llegada Ben-Hur. Personalmente Isaza paseó la cinta por Barranquilla, todo Caldas, el Valle; Cine Colombia salió de Medellín y se instaló en el Teatro el Cid en Bogotá.
El estreno sonoro fue en enero de 1930, La marcha nupcial del alemán Eric Von Stroheim y Cine Colombia recibió todos los aplausos y reconocimientos. Coincidió la proliferación de películas extranjeros proyectadas con la desaparición de la pantalla del cine nacional. Atrás habían quedado las producciones silentes María, Aura o las violetas o El amor, el deber o el crimen, y durante los siguientes 14 años, hasta 1941, en el país no se vieron más que los noticieros de los hermanos Acevedo.
Fueron ellos quienes produjeron la primera cinta sonora La llegada del doctor Olaya Herrera a Nueva York, un breve documental de cinco minutos que cubría la visita presidencial. Y luego vendrían La transmisión del mando y los funerales de monseñor Carrasquilla y José Vicente Concha, el vuelo del aviador Méndez a Quito, la corrida de la Cruz Roja en Bogotá, la llegada de Vasconcelos, el carnaval de 1930 en Bogotá y otros eventos de la alta sociedad capitalina. Cine Colombia, que seguía en su línea de solo distribuir películas de la Metro Goldwyn Meyer, recibió en 1931 la primera crítica abierta en la revista El bateo ilustrado en la que un anónimo se quejaba de que sólo se viera en el país lo que “De Estados Unidos nos tienen a bien mandar”
El salto empresarial de los años 70 fue significativo cuando adquirió la empresa el empresario Jaime Michelsen quien comenzaba a formar el Grupo Grancolombiano con activos importantes como Bancolombia que terminó intervenido por el gobierno de Belisario Betancur en 1982 para proteger a los ahorradores, escándalo que originó su salida del país. Esto fue el fin de muchos de sus negocios entre los que cayó Cine Colombia.
En 1988 la familia Holguín, propietaria del Ingenio Mayaguez, origen del Grupo empresarial caleño del mismo nombre, se quedó con la distribución de cine en Colombia y la taquilla de los grandes teatros. De la mano del cine había surgido el negocio de la vena de comida para consumir durante la función que terminó siendo la fuente de un nuevo gran negocio al que le apostó mucho Michelsen, quien a la par que se entregaba a la justicia en 1988, le decía adiós a Cine Colombia.
La compañía que adquirió el Grupo Mayaguez facturaba entonces $7.000 millones de pesos. Los betamax y VHS que se vendían como el pan fueron la primera amenaza. El Presidente del Grupo Mayaguez, Eduardo Holguín, escogió para liderar la nueva empresa a Munir Falah, un joven vallecaucano de 30 años, recién llegado de Estados Unidos donde había vivido con su familia en Culver City, estudiado ingeniería en California State University y luego en MBA en la University of Southern Californiar.
Desde entonces Munir Falah es la cabeza de Cine Colombia. En los 90 el cine llegó a tener apenas un promedio de siete millones de espectadores anuales. Fueron veinte años de intentar probar con nuevos formatos. La tecnología le permitió digitalizar las salas con pantallas 3D. Desde el 2006 empezó la revolución.
El salto hacia la modernidad que volvió el entretenimiento en las salas de cine vendrían con la llegada de Alejandro Santo Domingo y su grupo empresarial al negocio. Todos querían ver las películas llenas de efectos especiales de los súper héroes de moda en la pantalla grande. Desde los cincuenta, cuando se implementó el Cinemascope, no había tanta fiebre por ir al cine. Los resultados hablan por sí solos: Con boletas a precio accesible a todos los bolsillo, Falah le apuntó a los estratos 2,3 y 4. En el 2015 se facturaron $300.000 millones de pesos y con un crecimiento del 15% anual. En el 2016 se sentaron en las salas de cine, 61.7 millones de espectadores.
A este paso Cine Colombia podrá llegar a su primer siglo con la confianza que dan los negocios rentables.