En las últimas semanas Colombia ha vivido una serie de paros en rechazo al mal manejo del poder ejecutivo, que ha olvidado las necesidades del pueblo, especialmente en las regiones, y poco a poco se ha tomando los demás poderes del Estado para su propio beneficio.
Los colombianos se manifiestan porque ya no aguantan más la falta de interés y la corrupción, un fenómeno que día tras día contribuye con el aumento de la desigualdad, hace a unos pocos más ricos y a los pobres más pobres y fortalece las diferencias de etnia, raza , sexo y religión. Demostrando ese dicho popular que dice, “las leyes se hacen para los ricos y para los que tienen poder”.
Pero más allá de todo esto, muchos pasan por alto de dónde viene el problema de la corrupción. La respuesta es sencilla, estamos en una democracia en la que se regala un voto por un tamal o un mercado, por conveniencias políticas o peor aún, por una serie de promesas falsas.
Es por todo esto y aprovechando la agenda mediática de nuestra sociedad, que las minorías bajo el lema “anti-corrupción”, crean nuevos partidos utilizando los principios o identidades de cada una de ellas.
Como prueba, hace dos semanas se realizó el lanzamiento del nuevo partido ‘Colombia Justa’, conformado por un grupo de cristianos, los cuales no representan a toda esta comunidad. El movimiento se fundamenta bajo premisas de ultra derecha y utiliza los principios que identifican a los cristianos, con el fin de mostrarse como un partido que viene del reino de Dios para cambiar la sociedad.
Si analizamos las principales intervenciones de sus líderes, encontramos un discurso populista para beneficio de unos pocos. Su base se centra en un “cuerpo de ancianos”, conformado por 20 pastores y un consejo de fundadores, quienes manejan las políticas del partido buscando manipular a cada pequeña iglesia del país, para alcanzar un objetivo: lograr el umbral y obtener mínimo tres curules en el Congreso.
La estrategia de ‘Colombia Justa’ es utilizar a cada cristiano del país para llenar unas planillas en las que apoyan a su partido, bajo el argumento de hacer parte del grupo de pensamiento, al cual se entra pagando $20 mil pesos, permitiendo su financiación, estimada en más de $9 mil millones de pesos.
El modelo establece que en las 1.818 iglesias que tienen previstas haya un grupo de 27 personas líderes para obtener mínimo 49.086 firmas. Estas se asociaron al centro de pensamiento temporalmente hasta lograr la personería jurídica. Luego, cada iglesia comprometería 252 cristianos a votar para que puedan asegurar el umbral con 458.136 votos.
Sin embargo, las intenciones del partido van más allá. Según indicaron sus líderes, logran la participación de las iglesias a través de un plan padrino, pues estiman que “por cada familia pastoral, uno de los hijos le pica el bicho de la política, así que ya tienen trabajo para sus hijos”, en otras palabras, otra forma de corrupción.
Por otra parte, encontramos las nuevas estrategias de los partidos políticos que esperan que la democracia colombiana se convierta en una ‘partidocracia’. Este es un modelo que le quita legitimidad al Estado por medio de candidatos impuestos en listas cerradas y le arrebata a los colombianos la oportunidad de votar por una persona que represente sus principios, votando por un logo.
Este es el panorama de nuestras próximas elecciones. Pero no podemos olvidar que por primera vez los ‘millennials’ van a escoger al Presidente de Colombia. Es el momento para acabar con los fenómenos de corrupción democrática y abstención, para entender que cada voto cuenta, para votar por principios y no por políticas. De nada sirve llenar las calles con paros, si a la hora de elegir siguen ganando los que compran votos, todo por no hacer buen uso de nuestra responsabilidad civil. Llegó la hora de cambiar, esta Nación no aguanta más.
¡Dios guarde a Colombia!