Hasta hoy le llegó el “talante” democrático al gobierno de Santos. El presidente creyó que los docentes se iban a agotar y no resistirían más de unos días de paro. Vuelve a cometer el error de considerar que con amenazas el magisterio se va a amedrentar y volverá humillado a sus salones de clase.
El presidente toma como verdaderos los cuentos que sus fieles le inventan. En realidad, considera que la educación está mejorando y ahorita estaremos al mismo nivel de los países desarrollados. Su gobierno acomoda los datos y el primer mandatario termina creyendo en ellos, al igual que pasa con los indicadores de pobreza. ¿Cree el gobierno acaso que para que Colombia mejore su educación basta con el voluntarismo? Se le olvida al presidente que ser maestro es una profesión, con un componente vocacional sin duda, pero en ningún momento un acto de caridad.
Educar a sus niños, niñas y jóvenes es un deber del Estado, no un favor. Si Santos quiere en realidad convertir a Colombia en la más educada lo primero que debe hacer es garantizar los recursos para la educación, pagar buenos salarios a los docentes y garantizarles sus procesos de formación. De la misma manera tiene que dotar a las escuelas de bibliotecas, laboratorios, comedores y salones de informática. En otras palabras, debe asumir la educación como un asunto prioritario para el país, lo cual tienen que reflejarse en el presupuesto de la Nación. Pero no. A Santos lo que le gusta son las fotos para la prensa internacional con el fin de hacerle creer al mundo que el país es un paraíso.
Ahora, como el prepotente que en realidad es, amenaza a los profesores con no pagarles los días no laborados si no se recuperan. Ya FECODE ha dicho que lo hará, así que sobra la amenaza; más bien debería exigirle a los corruptos que devuelvan lo robado al pueblo colombiano.
Santos, como todos los que lo han precedido, menosprecia al pueblo. Quienes nos gobiernan quieren a este sólo para que de vez en cuando ratifique en las jornadas electorales lo que ellos ya han decidido en sus clubes. Ese es el mismo menosprecio que sienten por los maestros, al fin y al cabo unos pobres que en lugar de recurrir a la violencia o cualquier otro delito se dedicaron a estudiar para transformar su vida y la vida de los demás. Él y su clase dirigente desean verlos como en el poema del chileno Nicanor Parra “detrás de este mesón inconfortable/ embrutecido por el sonsonete/ de las quinientas horas semanales “( Autorretrato)
Pero se equivoca de cabo a rabo el señor presidente. Sin los educadores no podrá mejorar la educación del país. Tiene que contar con ellos. Al fin y al cabo un día él pasará y allí seguirán los maestros de Colombia, luchando, soñando como hombres y mujeres lleno de bellos ideales, volviendo a Nicanor Parra.
No se equivoque señor presidente: la lucha continúa.