Entre sindicalismo, huelgas y mala educación

Entre sindicalismo, huelgas y mala educación

"El sindicalismo del magisterio colombiano se cristaliza en ser la voz de una sociedad que ha de convertir el conocimiento en su valor más grande"

Por: Mauricio Solano
junio 07, 2017
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Entre sindicalismo, huelgas y mala educación
Foto: archivo Vanguardia.com

Ha sido un proceso largo y complejo, violento si se le quiere llamar, pero aun así silencioso. En él muchos han sacrificado su vida, no en vano pero si impunemente. Es el proceso de nacimiento del espíritu sindicalista colombiano. La historia de una lucha sin fin a pesar de sus mártires. La realidad de una lucha social necesaria, que cada día que pasa en este paro de educadores colombianos se hace más necesaria y legitima.

Del otro lado de tal espíritu sindicalista el combustible de la protesta: un sistema que aflige, subyuga, esclaviza, asesina, desaparece y olvida. El neoliberalismo que añora un mundo corporativo y en manos de pocos en suelo colombiano. Que usa su ingeniería social para invadir los secretos mas intimos de cada ciudadano, para robarles luego de sus ahorros y capitales, sus sueños y esperanzas, para deformar genéticamente sus espiritus, avocandolos a funcionar en el sistema como unas baterías que alimentan el gran monstruos con patas infinitas, y para lanzarlos sin remedio a la mayor pandemia de la historia: la estupidez.

¿Qué exponer y denunciar en las aulas de clase hoy en día sino la estrategia internacional que busca destruir la condición humana del pensar para reemplazarla por el obedecer?, ¿la frenética carrera de la banca internacional que convierte la ambición de poder y la avaricia en los valores más importantes?, ¿la desesperada transacción por la dignidad humana a cambio de unos baratos modelos de felicidad y libertad?, ¿el fin de una era, en la cual toda esperanza en un mundo mejor ha sido enterrada en lo más profundo de los corazones caídos y pasados de las religiones y las creencias?

Siéntanse satisfechos la inmensa minoría si en las aulas de clase estamos formando los inconformes, los curiosos, los indignados del presente, muy a pesar de no convertirse muchos en premios nobel. Cada uno de nosotros, los docentes que luchamos hoy en esta huelga, somos algo más que docentes, políticamente hablando. Si ideológicamente somos liberales o de izquierda, por encima de ello somos rebeldes y revolucionarios. Un rebelde y revolucionario piensa distinto, y muchas veces mejor, aunque sea incorrecto. En este conflicto que el sindicalista por naturaleza, ósea el revolucionario por naturaleza, ósea el docente por naturaleza mantiene, sus armas son aquello que un gobierno sordo e inhumano nunca tendrá: el valor y la importancia que le damos a la dignidad y autonomía de nuestros niños y jóvenes: el poder de convencerlos de que son dueños de sí mismos, de sus decisiones y su futuro; en resumen, el poder de convertirlos en sujetos peligrosos para el sistema, es decir, en sujetos pensantes y autónomos. Por tal motivo no hay mayor recompensa y satisfacción en un sistema educativo transformador sino un niño que se pregunta porque le enseñan algo y si esto le es útil para ser libre y feliz.

En síntesis un niño, un adolescente, un joven, un ciudadano que se inquieta por cambiar y organizar el mundo que a sus ojos es inequívocamente caótico.

Hemos de formar ciudadanos que reconozcan que la historia reciente y allende de la sociedad ha sido la historia del conflicto entre la libertad y la esclavitud mental: Entre los que poseen el conocimiento y lo usan para condenar a la ignorancia y exterminio a millones, y los que lo poseen y lo usan para liberar y salvar la humanidad. Obviamente que del lado del sindicalismo se encuentran los segundos: Es decir, los que reconocemos que la historia del sindicalismo internacional y colombiano es la historia de la lucha de los pueblos por la justicia y la verdad, por la supervivencia del ser humano, no del humano mercancía.

El sindicalismo del magisterio colombiano se cristaliza en ser la voz de una sociedad que ha de convertir el conocimiento en su valor más grande; que ha de convertir la dignidad humana en el paso previo a la reivindicación de sus derechos fundamentales y ha de llevar a que en la autonomía de sus pensamientos se conduzca la nación por un camino libre de prejuicios y egoísmos. Todo gracias a una historia de lucha, de victorias y derrotas, de altísimos precios que cobran vidas de compañeros de lucha. Creo que hay que reconocerlo: hacemos justicia con la presente huelga magisterial a todos nuestros caídos en conflicto.

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