Pánico, miedo, y angustia se genera en Cali cuando hay clásico vallecaucano. Se cancelan las bodas en la tradicional iglesia El Templete, se cierran los locales aledaños al estadio, se descuida la seguridad de la ciudad. Casi que uno no encuentra diferencias entre la película la purga y el barrio San Fernando. Muchas madres derraman lagrimas por el temor de este día, o tal vez son solo los lamentos de Armitage. Aplaudamos al gran alcalde de la ciudad de Cali, que mando a cerrar el Estadio, ya era hora que alguien castigara los equipos de fútbol por estar llenos de delincuentes, y de todo ese "vandalaje"...
Ha quedado evidenciado, en las últimas semanas, que ante un efímero momento de crisis social en la ciudad, la alcaldía no tiene ni la mas mínima capacidad de manejo. Pero lo verdaderamente tenebroso de esta historia de terror, es que la alcaldía no ha sido capaz de asumir la responsabilidad que tiene ante los hechos ocurridos el pasado 24 de Mayo en el Pascual Guerrero. Los conflictos que se han presentado en los estadios en Colombia, no corresponden al deporte en si mismo, sino que son producto de un contexto social lleno de delincuencia, micro-trafico y demás, que termina perneando en las barras.
Es imposible, que el Secretario de Seguridad y Justicia, y el alcalde le pidan a un equipo de fútbol que ofrezca las garantías necesarias para mantener la seguridad en el estadio. No es responsabilidad ni del América de Cali, ni del Deportivo Cali encargarse de ejercer la justicia ni de controlar los problemas de micro-trafico, porte ilegal de armas, hurto calificado y hasta concierto para delinquir. No es culpa del fútbol, ni de los clubes, ni de los hinchas. El estadio no se cierra al público porque América no tenga un plan de seguridad eficiente; El estadio se cierra porque, ni el alcalde, ni el Secretario de Seguridad, ni el Comandante de la polícia quieren asumir que todas estas problematicas que están regadas por toda la ciudad, pueden materializarse en una tribuna de 7000 personas.
No podemos temerle al fútbol, no podemos tener que asustarnos porque nuestros equipos hagan méritos; hay pelaos en los parques de cada barrio fingiendo ser Martínez Borja, Mayer Candelo, Benedetti, o Carlos Bejarano... No podemos castigar al fútbol. Hay que castigar a los que cometen delitos como se supone que pasaría fuera del estadio. No necesitamos impunidad, solo sanciones, pero sanciones diferenciadas entre los hinchas. No necesita hacerle daño económico a los equipos de fútbol, ni dañar la fiesta, sancione a la barra, al visitante, pero no la plaza. Porque esta plaza es mítica e histórica, y merece respeto tanto de los hinchas como del Estado.
