Muy atrás quedó la reina de belleza. Hoy día Paulina Vega no tiene problema en aceptar que abortaría, que le encanta andar en topless, que votó por el sí en el referendo y que es una feminista anti Trump. Cuando anda por la calle los hombres, sin reconocerla, le gritan groserías. Ella se da la vuelta y el calibre de su respuesta exigiendo respeto es peor que el de las vulgaridades que la provocan. Lo mismo sucede con los comentarios en Instagram que no le gustan. Cada vez que sus seguidores le exigen un poco más de recato, los invita a que la dejen de seguir si no les gusta verla con poca ropa.
La semana pasada se confesó. Vicky Dávila la hizo hablar. Ante los micrófonos aceptó que quitaría la competencia en traje de baño de los reinados. Sin embargo, ella lo hizo porque cuando aceptó el reto de ser reina se metió de lleno en el papel. Por eso dejó sus prejuicios a un lado para entregarse a todas las banalidades dignas de su rol en ese momento; clases de pasarela, expresión corporal y mucho gimnasio. Si iba a ser parte de esa frivolidad, iba a hacerlo de la mejor manera. Es clara al afirmar que, aunque dijo lo que dijo, no se arrepiente de nada.
Los reinados cambiaron su vida. Pasó de ser una estudiante de tercer semestre de administración de empresas de la Universidad Javeriana en Bogotá a una celebridad que vive metida en un avión y va de un país a otro. Sabe que si no hubiera aceptado ser Señorita Atlántico, en el mejor de los casos sería una joven profesional recién egresada que difícilmente ganaría algo más de dos millones mensuales cumpliendo horario en alguna empresa. Ni Falabella, ni Pantene, ni Adidas y tampoco BMW se habrían interesado en que una desconocida joven de 24 años y piernas largas fuera su embajadora, si ésta no hubiese sido Miss Universo.
Gracias a los reinados, el mar es su oficina y el traje de baño su uniforme. En redes sociales se deja ver en las playas de Rio, Curazao, Miami, Aruba o la Riviera Maya. Aunque vive en Bogotá, pasa poco tiempo en la ciudad porque se escapa cada vez que puede.
Sabe que la belleza no dura para siempre. Por eso invirtió en Neos Moda, un ambicioso proyecto junto al empresario Jorge Mattos. Se trata de un centro comercial de 11 pisos en la avenida Jiménez con calle décima en pleno centro de Bogotá. Cuando termine de construirse albergará 350 locales. La inversión total fue de 160.000 millones de pesos. Paulina es socia e imagen del mismo.
Paulina perdió los filtros que venían con la corona. En las entrevistas ya no tiene una chaperona al lado que le haga señas sobre lo que debe y no debe decir. Ni siquiera le importa equivocarse. Puede decir lo que quiera y mostrarse como es. Su Instagram lo corrobora. Tiene más de 3 millones de seguidores pendientes de sus pasos. Cantidad suficiente para convertir en noticia cada uno de sus posts. Así pasó con un vídeo bailando en la ducha que se volvió viral.
Una cosa es cierta. Paulina Vega está en una etapa de cambios. No en vano su nuevo look. Acaba de terminar con el arquitecto Lorenzo Botero. Fueron tres años de relación que empezaron antes de Miss Universo. La relación había sido discreta y poco se habló de ella en medios. No le desvela casarse vestida de blanco ni armar una familia. Ante la obvia pregunta de que si piensa que el desfile en traje de baño es tan banal entonces por qué le gusta mostrarse con tan poca ropa, su respuesta es clara: “¿Y es que por qué no puedo hacerlo? ¿Si un hombre puede andar sin camisa por qué yo no voy a hacerlo si también me da la gana?”.