El país vive una situación delicada; Buenaventura se muestra rebelde, y con justa causa, posee uno de los puertos más importantes a nivel nacional, el más relevante, y solo recibe una mísera parte de los capitales que por él circulan diariamente. Los maestros han abandonado su hábitat natural, las aulas de clases, para movilizarse en las calles y exigir lo que es justo, lo que se merecen. ¿Acaso es un delito exigir lo justo? Salud y educación de calidad, ayuda económica, bienestar social, empleo y entre tantas otras cosas. Estos dos hechos, que ya llevan dos semanas y amenazan con prorrogarse, son las dos caras de una misma moneda, son consecuencia de lo mismo: un gobierno al que no le interesan sus ciudadanos.
Aquellos hechos tan significativos no parecen tener importancia entre los medios de comunicación nacional. Raras son las veces que estos hechos son expuestos, y cuando lo hacen, la desinformación se hace evidente; se tergiversan las noticias y se exponen a las víctimas como delincuentes y desagradecidos. No obstante, mientras que nuestra realidad nacional es invisibilizada, la situación de otros países, como Venezuela, es expuesta con gran entusiasmo; los informes televisivos son de una duración excepcional y las protestas de sus ciudadanos se exponen con bombos y platillos.
Dos minutos de odio, eso es lo que propuso George Orwell en su novela 1984 para que la población, viendo imágenes de su estado enemigo, exprese todo su odio e inconformismo. En Colombia esos dos minutos se han multiplicado por 10. No solamente tenemos frente a nuestros televisores 20 minutos diarios, sino más. En estos odiamos a otro estado para ocultar, bajo ese nefasto telón, lo que ocurre en nuestro país. Pero ¿será el odio suficiente para silenciar nuestros problemas? ¡No! El placer también entra a jugar un papel determinante. Las cadenas televisivas hacen uso de sus novelas y reality shows, basados en la lucha de las regiones que no hacen más que dividirnos como nación, para seguir tapando nuestra realidad. ¿Para qué mirar lo que pasa en mi país si el vecino está peor? ¿Para qué observar una marcha cuando en el mismo lapso puedo ver novelas y realities? Así es Colombia, un país donde una fantasía literaria puede hacerse realidad, en donde los hechos verdaderamente importantes pasan a un plano secundario y lo secundario pasa a ser lo primordial.